Sinopsis:
Balmaseda, 1683. Pedro
Urtiaga acaba de ser envenenado. En sus últimas horas de vida escribe a su
amigo, el doctor Zúñiga, anunciándole su inminente fallecimiento y suplicándole
venganza. Éste viajará a tierras vascas para averiguar la identidad del
asesino. Pronto descubrirá que su muerte no sólo tiene que ver con el vino,
sino también con una partida de naipes de un juego recién nacido: el mus.
Leyendas ancestrales, mujeres enamoradas y falsas apariencias se enredarán en
esta trama –en la que los acontecimientos se suceden sin tregua para el lector–
relatada sin artificios con una prosa limpia y magnética.
Opinión Personal:
Muerte
Dulce es la segunda entrega de la
saga del doctor Fernando de Zúñiga — ambientada en el último tercio del siglo
XVII, en pleno Siglo de Oro español—, médico que ejerce su profesión en
Salamanca pero que es reclamado para resolver asuntos turbios porque tiene fama
de ser un buen investigador y no cede en sus pesquisas hasta resolver el caso
que le encomiendan.
Está claro que a Félix
G. Modroño le tira la tierra, su Vizcaya natal, su Portugalete, y todo lo que
ello significa. Buscando información sobre él me encuentro con que es un
muslari, un jugador de mus, un juego de cartas que, según algunas fuentes,
sitúan su origen en el País Vasco, pues existe ya una primera referencia
documental que se remonta al año 1745 en el diccionario trilingüe
(vasco-castellano-latín), donde lo cita el filólogo vasco y jesuita Manuel
Larramendi. Si La sangre de los crucificados me pareció todo un guiño a
la gran novela escrita por Umberto Eco, El nombre de la rosa, esta es,
sin duda, todo un homenaje a su tierra natal y un claro guiño a un juego muy
arraigado entre sus paisanos. Y, para ser una novela totalmente vizcaína,
aderezamos la historia empleando palabras sueltas del euskera con su traducción
respectiva a pie de página.
Fernando
de Zúñiga, en esta ocasión, se encontrará con la desagradable noticia de que su
gran amigo Pedro Urtiaga ha muerto envenenado. Es reclamado por el difunto
mediante una carta que le dejó a su prima, Gorane Otamendi, para que se
desplace hasta Balmaseda, y averiguar quién fue el culpable de su
envenenamiento. Pero en esta ocasión el viaje no solo lo hará acompañado de
Pelayo, su ayudante. En esta ocasión se desplazarán en una berlina Leonor, la hija menor del vizconde del
Castañar —título concedido al doctor en su momento por la reina regente doña
Mariana de Austria—, su ama de llaves, Isabel, y Germán, el padre de esta.
Félix G. Modroño
construye una trama de forma que los hechos se van complicando más. Narrada en
tercera persona y estructurada en nueve capítulos titulados, logra que el autor
tenga ganas de seguir leyendo porque la historia nos imanta, se convierte en
adictiva, estamos ávidos de saber qué va a ocurrir porque no solo nos
encontraremos con el fatal desenlace ya conocido sino también que, durante sus
investigaciones, se encontrará con más muertes y todas ellas relacionadas con
una partida de mus que se jugó en Bilbao, en la cual también tomó parte su ya
fallecido amigo.
En Muerte Dulce
nos encontramos con unos personajes ya familiares, como los que se desplazan
hasta Balmaseda, aunque conoceremos algo más sobre Fernando de Zúñiga y Pelayo,
un joven cuya personalidad ha madurado un poco más, ya no echa en falta tanto a
Zamora, su ciudad natal, porque se siente importante acompañando al doctor
Zúñiga en sus investigaciones y ve cómo en él van despertando los sentimientos.«—¿Ella lo sabe? —su pregunta llevaba una combinación de
estupor y esperanza.
—Puede que
sí. De todos modos nunca hemos hablado de eso. Ella acaba de salir de la monjía
y necesitará un tiempo para ordenar sus ideas, así que ni se te ocurra decirle
una sola palabra de tus sentimientos. No compliques más su conciencia» (Pág.
199).
El ama de
llaves, Isabel, y la hija del vizconde también cobran mayor protagonismo en
esta novela. Junto a ellos aparecen otros nuevos, formando un mosaico claramente representativo de la sociedad de
la época, en donde nos encontramos con una población mayormente campesina, un debilitamiento de las clases medias y la
fuerza que van tomando el clero y la nobleza.
Con un estilo directo y
un lenguaje cuidado, en el que nos encontraremos frases hechas en latín a modo
de sentencias, términos propios de la Tierra de Campos utilizados por Pelayo en
sus diálogos, germanías y vocablos en euskera, nos encontraremos unas
descripciones precisas del paisaje y el ambiente para que no nos distraigamos
del desarrollo de la trama.
La labor de
documentación realizada por el autor nos muestra, a través de sus páginas, cómo era la vida en el último tramo del
siglo XVII, un siglo de contrastes, pues así como culturalmente es conocido como el Siglo de Oro, en lo económico
la historia era otra, pues la decadencia del país se notaba ya que, en la
primera mitad del siglo, virulentas epidemias, como la peste, la carestía y el
hambre fueron causantes del retroceso en la demografía, situación que vemos cómo
afecta a las poblaciones por las que se desarrolla la trama, en donde nos
encontramos con que la crisis económica continúa y se agudiza más, pues el
campo sufría una fuerte sequía, como lo veremos en algún pasaje, y la población
era sometida a fuertes impuestos. Sin embargo, vemos cómo Bilbao es una ciudad
que emerge, «arrasada
por un incendio en 1571...aprovecharon el desastre para ensanchar las calles y
abandonar el empleo de madera para sustituirlo por piedra...los vecinos, casi
todos comerciantes, mostraban sus mercancías sobre unas tablas colocadas
delante de sus fachadas. De esta manera, Bilbao se convertía en un mercado en
permanente crecimiento» (Pág. 122).
Esta segunda novela
sobre el investigador salmantino, de origen vasco, don Fernando de Zúñiga, me
dejó de nuevo un buen sabor de boca pues incluso hacía mis cábalas para
averiguar quién podría estar detrás de los crímenes que se iban cometiendo pero
los giros que nos iremos encontrando nos lo pondrán muy difícil e incluso nos sorprenderán. En Muerte
Dulce, nos encontraremos con leyendas ancestrales de la tierra vasca, con
intriga, amores y crímenes. Unos ingredientes que me han hecho pasar un buen
rato y sentirme un personaje más de esa época de contrastes, del Siglo de Oro,
llamado también en Europa el Siglo de la Física. Espero que pronto tengamos más
aventuras de este noble vasco porque sus seguidores nos llevaríamos una gran
alegría. Mientras tanto, «Quédense vuestras mercedes
con Dios».
El autor:
Félix González Modroño nació en 1965 en
Vizcaya, donde transcurrió su infancia y adolescencia. Es licenciado en Derecho
por la universidad de Salamanca. Trabaja el sector financiero desde 1991 y en
la actualidad vive en Sevilla. Como fotógrafo ha publicado, Villalpando,
paisajes y rincones (2002), un homenaje al pueblo zamorano del que son
originarios sus padres, y viene colaborando con la revista Paisajes
desde 2003. Después de haber obtenido varios premios con sus relatos, La
sangre de los crucificados fue su primera novela, a la que siguió Muerte
dulce, segunda entrega de las aventuras de don Fernando de Zúñiga.
Datos técnicos:
Título: Muerte Dulce.
Autor: Félix G. Modroño
Algaida Editores, 2009, 2012.
ISBN.: 978-84-9877-708-6