lunes, 30 de septiembre de 2024

Reseña Abel Sánchez, de Miguel de Unamuno.

 









Datos técnicos:




Título: Abel Sánchez: Una historia de pasión.

Autor: Miguel de Unamuno.

Editorial: Biblioteca Nacional de España.

1ª edición: Diciembre/2018.

Año de publicación inicial: 1917.

Formato: Libro digital.

ASIN: B076LC5VKF7.

Idioma: Español.

Nº páginas: 89.






Sinopsis:





Una de las más conmovedoras obras de Miguel de Unamuno, que puede ser leída como una historia de pasión o como la historia de la pasión.

Abel Sánchez” supone la incorporación a la trayectoria novelística de Unamuno de un nuevo modo narrativo: el confesional. Un tema que pertenece al acervo de la cultura y que ha sido abordado por la literatura en todos los géneros recibe aquí un doble tratamiento, ya que puede ser leída como otra versión vieja de la vieja historia de Caín y Abel -una historia de pasión- o como el análisis de la interioridad de un personaje -la historia de una pasión-. Más allá todavía de ello, Unamuno trata de penetrar en lo que se ha señalado como vicio histórico de los españoles, la envidia y el cinismo.




Opinión Personal:




Por fin decidí leer alguna de las novelas de Miguel de Unamuno, bilbaíno de nacimiento pero salmantino de adopción, y uno de los escritores que pertenecen a la llamada Generación del 98, a quien se le tiene por el mayor de sus integrantes. Sin duda alguna, la personalidad del autor de Niebla no deja indiferente, porque tenía las ideas muy claras y las defendía con vehemencia, lo que le costó, tras enfrentarse a las autoridades de turno, la sanción de rigor; de hecho, forma parte de los anales de nuestra historia el acto de apertura del curso universitario en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre de 1936, en un discurso en el que se enfrentó públicamente al general Millán-Astray, y le espetó la mítica y lapidaria frase: «venceréis, pero no convenceréis».

La narrativa novelesca del autor de Niebla se aparta de la corriente realista que impera a finales del siglo XIX en España; por eso las llama nivolas, término del que habla por primera vez en el prólogo del título antes citado. Sus nivolas no se caracterizan por ubicar las tramas en un espacio temporal concreto ni utilizar descripciones paisajísticas ni ambientales. En ellas incide en los temas universales que le preocupan a través de los personajes que construye. Aunque también escribió novelas, como el mismo reconoce en el prólogo del libro San Manuel Bueno, mártir, que contiene dos más de corta extensión, si bien la editorial Austral -de la es el ejemplar que tengo- añade una cuarta. Austral titula este libro San Manuel Bueno, mártir y tres historias más.

En un principio cuesta acostumbrarse a la técnica narrativa de Miguel de Unamuno, pero una vez metido en faena, surge el interés por la historia que protagonizan los dos personajes principales en esta obra. De hecho estuve muy pendiente de todo lo que les sucede a lo largo de los 28 capítulos en los que se estructura el desarrollo de la trama. Es un narrador omnisciente el que relata de forma objetiva la relación casi fraternal que hay entre Joaquín Monegro y Abel Sánchez, porque se origina desde que todavía no tenían uso de razón: «Eran conocidos desde antes de la niñez, desde la primera infancia, pues ya sus sendas nodrizas se juntaban y los juntaban cuando aun ellos no sabían hablar» (párrafo inicial cap. 1). Miguel de Unamuno utiliza la técnica del manuscrito encontrado «entre sus papeles una especie de Memoria de la sombría pasión que le hubo devorado en vida».

En Abel Sánchez Miguel de Unamuno aborda la temática de la envidia, abocada al odio, porque afirma que es el mayor de los pecados de este país -y no le falta razón-. Una envidia que se manifiesta desde las primeras páginas, reflejada en el sufrimiento interior, o pasión, de Joaquín Monegro, ante el éxito que acompaña a su amigo Abel Sánchez, por lo que se obsesiona con ensombrecerlo. Tal y como se suceden los episodios, se presiente que puedan desencadenar en un desenlace similar al bíblico. Sin embargo, tuve la esperanza de que no fuera así, al comprobar cómo el protagonista pretende que la normalidad se instale en la relación que mantienen ambos, lo que se pone de manifiesto en decisiones que lleva a la práctica. A la envidia le acompaña la inmortalidad porque, siempre a remolque del éxito, quiere que su trabajo también perdure y se le recuerde como alguien que se preocupó por los demás desde su labor como médico, de lo que deja constancia en las dos obras de divulgación que escribe. La crisis existencial también se apodera del protagonista porque, pese a que no es creyente, su esposa le anima a refugiare en la religión para expulsar sus demonios interiores.

El que fue rector de la Universidad de Salamanca construye unos personajes con un perfil físico muy conciso pero diría que con un marcado trasfondo psicológico, y que se refleja en su forma de ser y actuar. En ambos se enfatiza en el concepto que tienen sobre el mundo que les rodea: Abel Sánchez es un artista renombrado, porque sus pinturas son alabadas cada vez que se organiza una exposición para darlas a conocer. Joaquín Monegro es médico, pero quiere dedicarse a la investigación, porque está convencido de que es el camino a seguir para contrarrestar el éxito de su amigo. Abel Sánchez es un personaje al que no tardé en definirlo, porque me pareció un ser engreído, vanidoso y superficial, condescendiente en buena parte de los diálogos que mantiene con Joaquín Monegro, y en el trato que muestra con el resto de los personajes. A ambos les acompañan dos femeninos que representan un concepto muy diferente de la mujer. Helena es la esposa de Abel, en quien se reflejan los rasgos del personaje mítico que lleva su nombre. Antonia es claro reflejo de su significado -”digna de elogio”-, porque aceptar casarse con Joaquín a quien le profesa un verdadero amor, lo que se pone de manifiesto, sobre todo, en los episodios más críticos de su esposo, porque quiere protegerlo para curar las heridas interiores que le corroen. Estos cuatro personajes se complementan con los hijos de los dos matrimonios, Joaquinita y Abelín, que protagonizan subtramas de interés por las decisiones que toman, relacionadas con su futuro, por lo que ahonda, todavía más, la pasión del protagonista.

Pese a lo que comenté en el tercer párrafo de esta reseña, me gustó mucho Abel Sánchez. Miguel de Unamuno se aleja de la tradición realista novelística dominante a finales del siglo XIX en España, y por eso define la mayoría de sus obras como nivolas. Unas nivolas en las que las tramas no se ubican en un espacio temporal concreto ni utilizan descripciones paisajísticas ni ambientales, con un claro predominio de los diálogos, a través de los que se manifiesta la fuerte psicología de los personajes. Abel Sánchez es una de las de menos conocidas Unamuno, lo que no quita en resaltar la capacidad que tiene el autor de Niebla para desarrollar a través de hechos cotidianos muy realistas una trama que no deja indiferente, porque es la envidia quien mueve los hilos del protagonista, y que deriva en odio. El autor de Niebla sigue la técnica del manuscrito encontrado, en el que Joaquín Monegro se dirige a su hija relatándole la sombría pasión que le hubo devorado en vida. Manuscrito que, bajo el título de Confesiones, se intercala entre el relato del narrador omnisciente o incluso en algún capítulo completo. La trama es tiene el foco en la relación que mantienen los dos personajes principales, en los que se percibe un trato condescendiente de Abel Sánchez hacia Joaquín Monegro, obsesionado en encumbrar el éxito de su amigo pintor desde su labor como médico, pero sobre todo como investigador, pero también en el papel secundario, aunque diría que crucial, que desempeñan sus respectivas esposas, Helena y Antonia, sin olvidarme de la presencia de los hijos de los dos matrimonios, Joaquinita y Abelín, que también protagonizan episodios que influyen en el martirio interno del protagonista.




Biografía:




Filósofo y escritor español, Miguel de Unamuno nació en Bilbao el 29 de septiembre de 1864. Está considerado como el miembro más influyente de la Generación del 98 y uno de los principales intelectuales españoles de principios del siglo XX.

Licenciado en Filosofía y Letras, comenzó a trabajar como profesor en 1883 mientras colaboraba en diversas revistas. Tras una temporada en Europa, volvió a España, donde fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca.

Bajo la dictadura de Primo de Rivera fue desterrado a Fuerteventura para, posteriormente, exiliarse en París hasta la caída del régimen militar.

Tras la proclamación de la III República, en la que juega un papel importante, decide alejarse del mundo político, visiblemente decepcionado tras cumplir una primera legislatura como diputado independiente.

Durante la Guerra Civil Española toma partido por el bando golpista, pero tras su primera defensa del alzamiento llegó una tremenda decepción y arrepentimiento al comprobar la purga política y los fusilamientos, algunos de gente cercana a Unamuno, que ejecutó el bando franquista.

En su obra se aprecia claramente el espíritu de la Generación del 98 y su “Me duele España”, el lamento más utilizado por los intelectuales de fin de siglo para hablar de la torpe evolución de una España a caballo entre viejas glorias y nuevas miserias.

El eje de su obra, sobre todo en el tramo final, es la disyuntiva entre su racionalismo por un lado y su necesidad de creer en un Dios superior, en una bondad suprema, quizás en un último sentido a la existencia. De sus ensayos cabe destacar Del sentimiento trágico de la vida (1913), y en narrativa Niebla (1914) y San Manuel Bueno, Mártir (1933) puede que sean sus mejores y más conocidos trabajos.
























3 comentarios:

  1. Lo leí hace ya unos años. Es cierto que al principio cuesta acostumbrarse al estilo de Unamuno, pero cuando lo haces, cuando entras en su novela, aprecias todas sus virtudes, que son muchas y la disfrutas muchísimo.
    Besotes!!!

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  2. Hola Paco, la leí hace un montón de años en una época en que estaba fascinada con el autor y me encantó. Tu reseña me ha dejado con ganas de releerla, a ver si el próximo año. Besos.

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  3. Pues sí, la verdad es que no me suena la obra...

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