En la portada del libro figura una ilustración y
esa ilustración me apena, porque contiene el rostro de un joven, un muchacho,
vestido con uniforme militar y me pregunto: ¿por qué? Porque a ese muchacho ,
al igual que a otros más que él le han partido la vida, le han partido sus
ilusiones, le han partido su porvenir. Y cuando lo leo, por momentos me
llena de angustia, de ansiedad, de tensión, hasta de preocupación y tristeza
porque no es justo que los acontecimientos que en él se narran tenga que
vivirlos y sufrirlos este muchacho, y todos los que con él están, en una
trinchera donde viven el día a día y lo viven con la incertidumbre de si verán
un nuevo amanecer.
Remarque, pseudónimo de Erich Paul Remark
(Osnabrück 1897 – Locarno 1970). El autor dice de su obra: «no pretende ser ni
una acusación ni una confesión, solo intenta informar sobre una generación
destruida por la guerra, totalmente destruida, aunque se salvase de las
granadas». Publicada en Alemania en 1929, ya en ese mismo año se habían vendido
un millón y medio de ejemplares, nada menos. También se había traducido a
veintiséis idiomas. Hasta la fecha se han publicado ediciones en cincuenta
idiomas y se llevan vendidos unos veinte millones de ejemplares. En 1931
publicó la que sería continuación de este best-seller, El regreso, en
la que escribe sobre la vivencias de los protagonistas supervivientes de la
primera novela durante la posguerra. En 1933 ambas novelas fueron pasto de las
llamas durante las quemas de libros que tuvieron lugar en varias ciudades
alemanas, junto con obras de otros autores y artistas como Heinrich, Thomas
Mann y otros, acusados de atentar contra el llamado «espíritu alemán», por los
nazis, bien por ser judíos o por sus ideas contrarias al régimen.
Dice la leyenda negra que circuló por algún tiempo sobre este autor que su verdadero apellido era Kramer (Remark, al revés), siendo ésta un bulo nazi ara asegurar que el escritor, censurado por Adolph Hitler, no constara que había estado en la guerra al mismo tiempo que lo tachaban de judío, siendo ambos rumores , falsos.
Se han filmado dos versiones de su novela: una en 1930, dirigida por Lewis Milestone y otra en 1979, ésta por Albert Mann. La primera de ellas es la más real de las dos y se h a ganado la vitola de ser considerada una de las mejores películas antibelicistas de todos los tiempos.
Paul Baümer nos relata en primera
persona, y como parte activa de la misma, ya que no sabe lo que va a ir
sucediendo a lo largo de los doce capítulos de que consta esta obra, sus
vivencias en el Frente Oeste abierto por los alemanes a donde es enviado a
luchar contra el enemigo. Son realmente niños pero se dan cuenta de cómo va
cambiando su personalidad a lo largo de todo el relato pues pasan de ser lo que
realmente son a convertirse en verdaderos hombres. Paul Baümer, podría decirse
que es su alter ego, (el autor participó en la contienda y resultó
herido) llegará a decir: «Juventud de hierro. ¿Juventud? Ninguno de nosotros
tiene más de veinte años, pero no somos jóvenes. Nuestra juventud… Estas cosas
son ya agua pasada… Somos viejos muy viejos».
Paul Baümer nos relata en primera
persona, y como parte activa de la misma, ya que no sabe lo que va a ir
sucediendo a lo largo de los doce capítulos de que consta esta obra, sus
vivencias en el Frente Oeste abierto por los alemanes a donde es enviado a
luchar contra el enemigo. Son realmente niños pero se dan cuenta de cómo va
cambiando su personalidad a lo largo de todo el relato pues pasan de ser lo que
realmente son a convertirse en verdaderos hombres. Paul Baümer, podría decirse
que es su alter ego, (el autor participó en la contienda y resultó
herido) llegará a decir: «Juventud de hierro. ¿Juventud? Ninguno de nosotros
tiene más de veinte años, pero no somos jóvenes. Nuestra juventud… Estas cosas
son ya agua pasada… Somos viejos muy viejos».
A mi modo de ver hay un momento espeluznante en el
que Paul Baümer expresa su remordimiento ante lo que acaba de hacer, en el que
acaba de matar a un soldado francés: «Tan sólo ahora comprendo que eres un
hombre como yo. Pensé entonces en tus granadas de mano, en tu bayoneta, en tu
fusil… Ahora veo a tu mujer, veo tu casa, lo que tenemos de común. Perdóname
camarada. Siempre nos damos cuenta demasiado tarde de las cosas. ¿Por qué no
nos dicen continuamente que vosotros sois unos infelices como nosotros, que
vuestras madres viven en la misma angustia que las nuestras y que tenemos el
mismo miedo a morir, el mismo agonizar, los mismos dolores?…» (p. 195).
El lenguaje de la novela es coloquial, el de los
soldados, o sea, los incorporados a filas venidos de la vida civil, pues así
con él puede expresar ideas claras además de los términos propios que se
emplean habitualmente en el ejército. Esas ideas las expone mediante formas
como el diálogo, la narración, descripción y hasta en algunas ocasiones el
monólogo, usando también ciertas notas de ironía como cuando le preguntan los
compañeros cómo está y les responde. «Bien, bastante bien, si no fuese por
estos terribles dolores en el pie» (p. 16) o metáforas «la venganza es
como una longaniza» (p. 45).
Es una novela que impone, pues el autor
denuncia en ella los estragos que ocasiona entre los soldados que van al frente
enviados allí engañados para defender el patriotismo, pero lo que realmente les
espera es el horror, el drama, la muerte. Los soldados, según Remarque, no
luchan por su país, luchan por sobrevivir, sea como sea, deseando que esa
locura se acabe para volver a casa, a su hogar, a seguir con la vida que habían
planeado tener. Desean, en definitiva, la paz, porque la guerra en sí solo va a
dejar marcados a una generación de jóvenes que son enviados a ellas por la
autoridad que se lo obliga diciéndoles que es un deber suyo con la patria pero
la triste realidad es que son enviados a una muerte de las que pocos se van a
librar. Son enviados por la jerarquía, por el mando pero tanto ellos como los
soldados enemigos son solo víctimas. Pero, a pesar de que impone, la recomiendo
pues nos invita a la reflexión, a pensar que toda guerra que hubo, hay o habrá,
son un sinsentido y el único fin de ellas es la destrucción del hombre por el
hombre y, lo más triste, es que siempre habrá alguien que saque provecho de
ellas. Recomendable por su fácil lectura.
Título original: Im Westen Nichts Neues
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Ilustraciones interiores: Arcadio Lobato
Ilustración de cubierta: Isidre Monés
Editorial Bruguera S. A.
1ª Edición en Club Joven: Febrero, 1982.
Pues no me sonaba de nada, pero desde luego me lo llevo apuntado, que como ya dije, de la Primera guerra Mundial no he leído nada. Y me dejas con curiosidad con esta novela. Más dura que la de Follet, ¿no?
ResponderEliminarBesotes!!! Y gracias por la recomendación!