Hasta la fecha, no había leído nada del autor de la novela que hoy voy a reseñar pero cuando empecé a leer La verdad sobre el caso Savolta vi que había un caos narrativo total, cosa que nunca había encontrado en el tipo de novelas que suelo leer habitualmente. Pasaban los capítulos y me costaba Dios y ayuda enterarme de lo que pretendía contar Eduardo Mendoza en ellos y me decía que de no poder seguir con el libro y como tiempo después pretendiera retomar su lectura, tendría que empezar de nuevo porque sería imposible recordar el contenido del mismo, pero eso no llegó a ocurrir pues algo había en esta obra que me enganchaba y me animaba a continuar leyendo hasta el final donde ya comprendí que todo iba teniendo sentido y un desenlace como ocurría en la narrativa tradicional.
Es la ópera prima de Eduardo Mendoza (Barcelona, 11/01/43), considerado como el último representante de Literatura Experimental, movimiento surgido a principios de los años sesenta y que estaba marcado por aspectos que se daban sobre todo en Cataluña, dada su industrialización y desarrollo económico, aparte de influencias literarias del exterior y la publicación de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, muy trabajada, con un lenguaje rico y variado y llena de descripciones.
El título original era Los soldados de Cataluña, pero se tuvo que cambiar por problemas con la censura franquista. Por esta su primera obra recibe el Premio de La Crítica. Fue llevada al cine por Antonio Drove en 1979. Se considera como un best-seller. Se puede encuadrar como novela detectivesca o negra, pues en ella hay intriga, asesinatos, investigaciones policiales, judiciales, pero también encontramos relaciones amorosas y, en algunos aspectos, cierta ironía y picaresca.
La novela se divide en dos partes: la primera comprende cinco capítulos, en los que el personaje principal, Miranda, aparece declarando en un juzgado de Nueva York, años después del incendio, por lo que en el relato se produce el llamado efecto flash-back. Miranda es citado a declarar por una demanda interpuesta por la compañía aseguradora de la fábrica. Hay un desorden temporal debido a que el personaje en cuestión va narrando los acontecimientos partiendo del desorden en que el juez le va interrogando en base a los documentos que obran en su poder. Dice Miranda, para justificarse: «Los recuerdos de aquella época, por acción del tiempo, se han uniformado para convertirse en detalles de un solo cuadro» o también justifica el desbarajuste de esta parte afirmando que «las imágenes se mezclan felices y luctuosas, en un plano único y sin relieve». El testigo narra los hechos en primera persona. La segunda parte consta de diez capítulos, continuando el caos temporal en los cinco primeros capítulos, pero ya en los restantes el argumento es contado de forma lineal y siguiendo las pautas tradicionales de la narración. Aquí se relatan los hechos en tercera persona que, a veces, podría ser incluso omnisciente, pues sin aparecer en los hechos, conoce perfectamente a los personajes que en ella aparecen.
La obra se sitúa entre los años 1917 y 1919. La fábrica de la empresa Savolta, ubicada en Barcelona, obtenía pingües beneficios gracias a la venta de armas a los países aliados que combatían en la Primera Guerra Mundial. Las industrias catalanas se aprovecharon de este conflicto bélico y esto hizo que la clase burguesa se enriqueciera pero, al mismo tiempo, había un gran descontento entre el proletariado que, pese al boom económico del momento, veía cómo ellos eran sometidos a duras jornadas de trabajo a cambio de salarios bajos. En agosto de 1917 se declaró una huelga general revolucionaria, convocada conjuntamente por la UGT (mayoritaria en el resto de España) y laCNT (muy arraigada en Cataluña) reprimida con dureza por el ejército y la policía y ayudada por la oligarquía catalana. Además, se formaron redes de gánsters a sueldo y un clima de gran inseguridad política. Este clima de tensión entre las clases sociales desencadenó una serie de atentados y asesinatos, entre los cuales figuran en este relato dos socios de la empresa, un periodista de ideología anarquista y el propio dueño de la fábrica. El autor parece que se basó en hechos reales que, en cierto modo, fueron los que le llevaron a escribir esta obra, pues parece que hay un cierto paralelismo entre personajes como Savolta, que podría estar inspirado en el industrial barcelonés José Alberto Barret, asesinado en esos años, así como también el barón de Köning podría ser la figura en la que se inspiró para crear a Lepprince. Este material histórico facilita la creación de una novela con fondo verosímil.
Miranda es el personaje principal de la obra que está a caballo entre los dos mundos: el de la burguesía y el del proletariado, pues lo encontramos en laCiudad Condal para buscarse la vida y, como El Lazarillo de Tormes, gracias a su picaresca logra hacerse un hueco como secretario del enigmático Lepprince, que lo utiliza en su beneficio. En torno a Miranda se desarrolla la vida de los demás personajes que van apareciendo en la historia que nos relata. Todos ellos rebosan de una gran humanidad, con sus virtudes y defectos, sus vicios y sus opulencias pero también vemos cómo se culpa a la alta sociedad de los males y penurias que aquejan a la clase trabajadora, pues estos culpan a los primeros de enriquecerse a costa de sus duras jornadas de trabajo y de los míseros salarios que perciben, lo que originó una lucha de clases sociales. Personajes que emplean un lenguaje muy rico y variado. Encontramos un lenguaje administrativo, en los documentos que se muestran en el juzgado a Miranda. El periodístico que aparece en los artículos de prensa que figuran en el texto. El refinado y delicado lo pone en boca de la clase burguesa y el vulgar y hasta malsonante en el proletariado. Por último, el lenguaje literario en sí lo encontramos en descripciones, diálogos y relatos de algunos episodios. Pero también otro personaje principal en torno al que gira la obra es la propia Barcelona, descrita muy bien por Mendoza, en cuya ciudad se mueven, en zonas bien diferenciadas, la burguesía de la ciudad y la clase proletaria. Los primeros los sitúa en el Ensanche y la parte alta de la ciudad y los trabajadores los encontramos en el Centro de la urbe, en la Plaza de Cataluña y en Las Ramblas. Es, pues, una novela de corte urbanista, donde, a parte de la ciudad Condal, el autor nos lleva también a Nueva York o Valladolid, de donde era originario Miranda.
Su narrativa es muy moderna y de un ritmo trepidante, con frecuentes idas y venidas. Terminando su novela, el autor nos da un respiro para que podamos seguir un desenlace coherente.
Pese al caos continuo que nos encontramos en ella su lectura es apasionante y placentera y aconsejable para el entretenimiento. A mi modo de ver Eduardo Mendoza nos narra los hechos de tal forma que bien pudieron ser reales. Cómo una historia sencilla la convierte en original, pues con su desorden pretende despistarnos para así continuar su lectura hasta el desenlace final. Lo único que desecharía de esta obra es tanta descripción que en ella hay, pero eso ya es un punto de vista muy personal pues el autor sabrá por qué incluyó todo lo que en ella figura.
La edición es de las llamadas «de bolsillo», de la Editorial Seix Barral, de tapa blanda.
Galaico
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