Datos técnicos:
Título: El color de la luz.
Autora: Marta Quintín Maza.
Editorial: Suma de Letras.
1ª edición: 8 febrero de 2018.
Formato: Ebook.
ASIN: B078KJH9BJ
Idioma: Español.
Nº pág.: 444.
Sinopsis:
Blanca Luz Miranda es una empresaria de éxito. Su objetivo: amasar una gran fortuna para comprar arte. La adquisición, en una subasta de Nueva York, de uno de los cuadros más inquietantes del pintor Martín Pendragón cumplirá el sueño de esta anciana de ojos enigmáticos. En esa misma sala una periodista observa la escena con interés, está convencida de que tras ese pago millonario se esconde un secreto y hará todo lo posible por descubrirlo. Lo que no sabe es que será Blanca Luz quien decida cómo se escribe su historia.
Opinión Personal:
El color de la luz es una novela que llegó a mí gracias a los títulos apetecibles que de ven en cuando nos encontramos en Kindle Flash, aunque también influyeron las reseñas y comentarios que leí sobre el título del que hoy comparto mis impresiones, antes de tomar la decisión definitiva de comprarla. También me resultó atractiva la sinopsis, así como el hecho de que en ella se relata una historia que explora diversos tiempos y lugares, en la que el amor y las reflexiones intimistas están muy presentes, pero también la figura de Martín Pendragón, un pintor ficticio modernista que atraerá la atención del lector, tanto por su obra como por su personalidad. Aunque también estará pendiente de la anciana y nueva propietaria del cuadro, quien relata y decide que se escriba su historia. Esta mujer es una anciana que no deja indiferente nadie. no por la empatía que se sienta hacia ella, sino más bien porque, en mi caso, en cada uno de los trece capítulos, más un prólogo y un epílogo en el que se estructura la trama, me preguntaba con qué nueva situación inesperada me sorprendería una mujer tan imprevisible como Blanca Luz Miranda. De nuevo me encuentro con un gratísimo descubrimiento, porque disfruté muchísimo con su lectura de la primera obra que leo de Marta Quintín, y espero seguir disfrutando de su narrativa. Como digo en estos casos, es de las historias que uno se apena despedir pero, como todo en esta vida, el desenlace siempre llega. Si duda alguna, quienes disfrutan de las novelas que abarcan un período concreto de nuestra historia reciente, tienen en este título la oportunidad de acercarse y descubrir el buen hacer literario de la escritora zaragozana.
Marta Quintín construye una historia muy solvente, atractiva y amena, que constituye un verdadero puzzle. La planificación de la trama es uno de los grandes alicientes de El color de la luz, porque las piezas están diseminadas de tal forma a lo largo de los capítulos, que el lector sentirá interés por su encaje, ya que se preguntará si una vez reunidas las piezas en un todo compacto conducirán a un desenlace bien finalizado. Pese a que es más una novela de personajes, el lector sentirá también interés por el plano espacio temporal en el que se desarrolla el ciclo vital de Martín Pendragón, sobre todo en lo que al período histórico se refiere: la vida del pintor ficticio modernista se verá influenciada especialmente por la Guerra Civil Española, el París de los felices años veinte y la Segunda Guerra Mundial, con lo que este conflicto bélico supuso para quienes hacían un arte que no gustaba a los jerifaltes nazis. Si bien las descripciones de las localizaciones por las que transitan los personajes pasan a un segundo plano, sobre todo las escenas que se desarrollan en España, salvo las que tienen lugar en el Museo del Prado, tienen una mayor presencia las que se describen de Montparnasse.
En una casa de subastas en Nueva York, una periodista asiste atónita al precio que paga una anciana de 80 años por un cuadro del pintor ficticio español Martín Pendragón. La desorbitada cifra a la que se llega en la puja sirve de espoleta para que la periodista se interese por la historia que hay detrás de la nueva dueña de la obra por la que pagó una suma astronómica de dólares. Pero a parte del precio que alcanzó la puja le atrajo también la forma en la que aferró el cuadro una vez que lo tuvo en su poder. Pese a la brusquedad con que la recibió en la primera cita, la reportera consiguió, para su sorpresa, que le relatara toda la historia que había en torno al cuadro y su autor, por lo que actuó como si se tratara de su biógrafa o cronista, presentándose en su despacho cuando la citaba para grabar la información que le iba revelando. El lector asistirá expectante a una historia cuyos preliminares comienzan en 1982 en Nueva York, y la llevará hasta Madrid, en donde empezará una cuenta atrás que tiene como punto de partida el año 1919. La nueva propietaria del cuadro le contará una historia que en la web de la editorial catalogan como intimista, pero en la que también estarán muy presentes hechos históricos del pasado siglo XX que influirán en el devenir del protagonista pasivo de esta novela, al igual que el amor descarnado e imposible que se fragua entre Martín Pendragón y Blanca Luz Miranda. La pasión está muy presente en el romance entre ambos personajes, pero también la naturaleza humana desempeñará su papel decisivo, porque la fuerte personalidad de ambos influirá en la continuidad de ese vínculo que empieza a forjarse el día en el que Blanca Luz Miranda acompañaba a su padre, el profesor de arte Francisco Miranda, y a su hermana Sofía, quienes se instalan en una ciudad ficticia del norte porque el padre quiere abrir su propia academia en la que prefiere tener «pocos alumnos para poder centrarme en ellos y supervisar de cerca su evolución».
Marta Quintín desarrolla una historia de personajes trazados con mucha fuerza y que parecen cobrar vida propia, en los que el perfil psicológico está muy resaltado. Son personajes que al lector le resultarán cercanos, pese a que estoy seguro nadie siente empatía con la anciana propietaria del cuadro. Pese a lo que acabo de comentar, son Blanca Luz Miranda y Martín Pendragón los dos personajes que más atraerán la atención del lector, porque su presencia domina a lo largo de los capítulos. Y es que si el pintor sabe lo que quiere desde un principio, y a quien quiere, Blanca Luz es un personaje muy complejo, porque desde el momento en el que recibe a la periodista en Madrid con un trato más bien brusco y distante, me dio a entender que era una persona de la que se podía esperar de todo. Y así es cómo se mostrará como alguien voluble, egoísta, manipuladora, y otros rasgos que se conocen a lo largo de su relato. En este sentido, creo que me pasó lo mismo que a la periodista, quien reconoce que para ella es como si el pintor fuera alguien cercano, porque se va familiarizando con su forma de ser y actuar, conociendo incluso los rasgos íntimos que le cuenta la anciana interlocutora en sus entrevistas. El pintor ficticio modernista se cruzará con otros personajes que lo acompañarán tanto en su proceso de aprendizaje como en los años en los que su nombre empezaba a ser reconocido en el mundo del arte por la calidad de sus obras, y se convertiría en uno de los pintores más revalorizados. Eduardo Iquierdo y Chema Casabella son los dos aprendices que le acompañan en su formación en la academia del profesor Francisco Miranda, con quienes mantendrá relación a lo largo de los años, si bien en distinta dirección, como lo podrá comprobar el lector a medida que se suceden los capítulos.
Del profesor Francisco Miranda también conocerá algunos episodios de su pasado, que influirán también en su formación profesional. Junto a estos personajes, el pintor modernista se cruza con algunos reales y otros ficticios, principalmente en su estancia en París, y sobre todo en la academia La Ruche, fundada por el escultor Alfred Boucher, que tomará parte en algunas escenas. El también pintor Marc Chagall y la marchante de arte francesa, Jeanne Bucher, son otros dos personajes históricos que interactúan con Martín Pendragón en algunas fases de la novela, así como el propietario y fundador del Café de la Rotonda, Víctor Libion, a donde solían acudir los miembros de la academia. En este sentido, tal y como están construidos los personajes, y al comprobar que algunos eran reales, tuve mis dudas en cuáles serían los ficticios, por la credibilidad y realismo que se percibe en cada uno de ellos.
(Colección Saturno-Goya-Museo del Prado)
Me gustó mucho el estilo narrativo de Marta Quintín, lo que hizo que me sintiera muy cómodo durante la lectura de El color de la luz. En mi modesta opinión, tiene un estilo depurado, con una riqueza de léxico y mucho cuidado con las intervenciones de los personajes en los diálogos, si bien quizás las intervenciones de Gabrielle no me parecieron muy acordes con el personaje que representa, aunque también me decía que su relación con Martín Pendragón le ayudaría a mejorar su formación. A lo que acabo de comentar añado la estructura que le da a la trama, porque tal y como se desarrolla, me dio la sensación de que disfrutaba de una novela testimonio. La biografía del pintor modernista ficticio es completada a través de la información que facilita Blanca Luz Miranda, si bien la periodista realiza alguna investigación por su cuenta, lo que da un mayor aliciente a la trama, porque se encuentra con alguna sorpresa que incluso le disgusta, porque presiente que ha sido engañada, hasta el punto de contrastar sus dudas con la propietaria del cuadro. También hay algunos datos biográficos que adoptan forma epistolar, de cuya correspondencia la periodista y narradora tendrá conocimiento de cómo llegaron a la rica empresaria textil.
Si bien no son dos líneas temporales al uso, en alguno de los trece capítulos se fecha la época en la que se desarrollan los episodios correspondientes, me atrajeron mucho los saltos temporales que se hacen en los en los que se estimaba necesario este vuelco narrativo. En este sentido, la autora se adapta a la narración de las dos voces que construyen la biografía ficticia del pintor modernista a la época en la que intervienen o se refieren ambas narradoras. El lector comprobará cómo cuida mucho esta particularidad, porque así queda reflejado el lenguaje que se utiliza en los saltos temporales que tienen lugar a lo largo de los capítulos, tanto en la narración como en las conversaciones que mantienen los personajes, siendo en ocasiones más coloquial y distendido en la primera línea cuando las escenas de turno se prestan para utilizar estos recursos. Quienes disfrutan con las novelas intimistas cuya trama abarca diversos tiempos y lugares, tienen en El color de la luz una lectura muy entretenida, construida con maestría, y con unos personajes cercanos, cuyas intervenciones le dan mucho juego a la novela, en la que se encontrarán con unos giros atractivos y unas anécdotas que levantan alguna sonrisa.
Biografía:
Marta Quintín Maza nació en Zaragoza un 6 del 6 del 89 y cuando tenía cuatro años la subieron a una mesita de su clase de párvulos para que les contara a los demás niños una historia de su elección. Eligió la de Cenicienta. Desde entonces lo único que recuerda del resto de su vida es haber contado unas cuantas más. Como aquellas con las que ganó varias veces el premio Tomás Seral y Casas de relato corto o las que ha recogido como periodista en la agencia EFE, la Cadena SER, y la NASA española, o esa otra que se llama Dime una palabra y que es su primera novela publicada al calor de los rascacielos de Nueva York. La historia más reciente de todas las que ha contado es El color de la luz. En 2019 publica La tortuga que huía del jaguar con Ediciones Versátil.
Nota: Datos técnicos, sinopsis y biografía de la autora, tomados de Amazon. Imagen de Academia La Ruche, de París, tomada de la web Leparisien.fr. Imagen Café La Rotonde, de París, tomada de la web Fraise Succré. Imagen de Sala Sección Saturno, del Museo del Prado, tomada de la web Museo del Prado. Fotografía de Marta Quintín, tomada de la web de Babelio.
Hay que ver lo que puede llegar a contarnos un cuadro. Me parece una historia atractiva Paco, aunque lo de los saltos temporales me da cierto reparo, espero que no sean demasiados, porque a mi me hacen perderme un poco, pero veo que es una novela que merece la pena. Un abrazo
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