jueves, 30 de enero de 2025

Reseña El buen vasallo, de Francisco Narla.


 



                         

                            

                                       

                             


Datos técnicos:




Título: El buen vasallo.

Autor: Francisco Narla.

Editorial: Grijalbo.

1ª edición: Octubre/2024.

ISBN: 978-84-253-6854-7.

Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta.

Idioma: Español.

Nº páginas: 720.




Sinopsis:




Hubo un tiempo en el que la península ibérica estaba inmersa en guerras constantes. Fueron siglos de batallas célebres, valientes gestas que los juglares luego cantaron por tabernas y plazas. Pero hay una historia que siempre callaron, quizá porque nadie se atrevió entonces a contarla. La de un joven caballero llamado Diego.

Diego no es un muchacho cualquiera, es el hijo del mayor héroe de la época. Su padre, Rodrigo Díaz de Vivar, se ha esforzado por convertirlo en el mejor de sus capitanes. Algo que el chico persigue sin tregua a pesar de que la devoción filial que antes le profesaba ha ido desvaneciéndose ante la mirada inquieta de su madre, Jimena. En estos últimos años, el rencor ha hecho del Cid un hombre cruel, capaz de condenar a quienes más le aman. Y Diego, siempre dispuesto a servirle como lo haría un buen vasallo, tendrá que enfrentarse con la verdad sobre su padre y señor.

Con un estilo poderoso y épico, Francisco Narla nos sumerge en el mítico medievo español a la vez que nos ofrece el soberbio perfil humano de unos personajes que forman parte de nuestro legado. Honor, venganza, redención y amor se entrecruzan en una deslumbrante novela histórica que es a la vez la más seductora de las leyendas.




Opinión Personal:





Toca acercarse a un mítico personaje que no deja indiferente, como es Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid. Un personaje cuya historia se confunde entre la realidad y la leyenda porque, tras su muerte, el pueblo llano -y no tan llano- está ávido de conocer por boca de los juglares las hazañas de un guerrero que cuenta sus batallas como victorias. Un mito del que Francisco Narla (Lugo, 1978) ofrece al lector una novela que disfruté de principio a fin, El buen vasallo. La trama se desarrolla de tal forma que ayuda a degustarla a fuego lento, al ritmo que marca el narrador omnisciente para que no perdamos detalle de todo lo que sucede a lo largo de poco más de 700 páginas que conforman una narración que no da lugar a tregua, y en la que apenas decae el ritmo en cada uno de los capítulos en los que está estructurada. Sin duda alguna, el escritor lucense planifica y desarrolla una trama que está a la altura del personaje, porque es consciente de cómo tiene que reflejarla: «Sería un auténtico disparate pretender arrogarse a la verdad sobre la polémica, desconocida, incomprendida y discutida vida de ese al que hemos terminado por conocer como Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador, El Cid» (pág. 690).

(Castillo Cornago-La Rioja)
Pero la trama de El buen vasallo tiene el aliciente de que no sólo se centra en la figura de Ruy Díaz de Vivar, si no que el lector se encontrará con un personaje sobre el que en las crónicas se ofrecen muy pocos datos: su hijo Diego, quien entiendo que es el protagonista real de esta novela, tal y como se percibe en el enfoque que ofrece el autor sobre el primogénito del Cid a lo largo de los capítulos. Un enfoque que muestra a un muchacho que admira y quiere emular a su padre, por lo que para él significa no sólo como tal, si no también por la lealtad y el respeto que le guarda la mesnada que capitanea. Una mesnada que no duda en acometer las órdenes que les dirige a través quienes conforman el reducido grupo con el que comparte y discute las estrategias a seguir en cada empresa militar que planifica. Con el paso de los capítulos, el joven Diego es consciente de que no se lo va a poner fácil, porque le trata y quiere que cumpla como uno más de quienes están bajo su mando, lo que le lleva a pensar que la relación paternofilial no es tan fuerte como él quisiera. Sin embargo, esa relación se percibe, sobre todo, en los diálogos que mantiene Jimena con su esposo, que dejan entrever esa preocupación, y que el de Vivar reconoce en varias fases la dureza con la que trata a su vástago. Aunque también hay episodios en los que esa barrera se rompe, sobre todo si el peligro está muy presente o logran salir de un percance que pudo haberles costado la vida a uno u otro.

Dos son las líneas temporales que se desarrollan a lo largo de los capítulos: la del presente en 1102 y la del pasado entre 1088 y 1097. Son dos subtramas muy atractivas, porque si en la del pasado son Ruy Díaz de Vivar y Diego los que atraen la atención del lector, en la del presente domina el misterio, porque incita a preguntarse quién es el personaje conocido como el yesero o el Gallego, a quien le acompañan las adversidades a lo largo de los capítulos, que no son pocas, algunas de las cuales le llevan al límite de sus fuerzas. Dos subtramas diría que muy diferentes pero complementarias, y que confluyen en el último tramo en el que me encontré con un desenlace memorable, conformado por los dos  capítulos finales.

Uno de los grandes atractivos de la última novela publicada hasta la fecha por Francisco Narla es el carácter literario de la misma, no sólo por la variedad de recursos que utiliza, sino también porque en todo momento tuve la sensación de que era un juglar el que me estaba recitando esta historia. Un juglar que también está presente en los primeros capítulos de la  línea temporal del presente, y que posteriormente parece dejar su huella en el resto del relato, por cómo se desarrollan algunos episodios en los que tuve la sensación de que volvía a tomar la palabra. Y es que algunos de los que protagoniza el Cid adquieren el carácter de prodigio, porque parece increíble que dada la magnitud del enemigo al que se enfrenta, tanto cristianos como moros, pueda derrotarlos. Sin embargo, es un gran estratega y sabe con qué bazas puede jugar para salir victorioso, de tal forma que el autor sabe cómo describirlas para que produzcan esa sensación, y sin tener que recurrir a fantasía alguna. Sin duda alguna, la voz narrativa relata de forma magistral los enfrentamientos militares que mantiene, sobre todo por lo temibles que son los almorávides en el campo de batalla. Pese a esto último, me atrajeron mucho los episodios en los que están muy presentes Ramón Berenguer II y el conde de Nájera, García Ordóñez, sobre todo este último, fiel aliado de Alfonso VI, con todo lo que esto significa para el Campeador, y que se refleja a lo largo de los capítulos que ambos protagonizan.

Pero El buen vasallo es también un magnífico 
(Polop-Alicante)
viaje
 literario a la Edad Media, a una época en la que el mapa de Hispania estaba por definir, dado el radical cambio que supuso el comienzo de la conquista musulmana en el año 771, por el general bereber Tariq ibn Ziyad. Un viaje en el que el lector acompaña al Cid y a Diego -que también encabeza alguna expedición militar ordenada por el de Vivar.-, por los diversos puntos de la geografía peninsular. Una geografía peninsular que se define con acierto en los capítulos iniciales: «Y es en aquella frontera, la que reclamaban los castellanos, al día siguiente los aragoneses, después los navarros y entremedias los moros, ya fueran de Zaragoza o llegados de la Ciudad Roja, donde encender esas pasiones y saciar esos vicios» (pág. 37). Una geografía peninsular en la que la mesnada del Cid tiene muy claro que, sobre todo desde que es desterrado por el monarca castellano tras considerar traición al reclamarlo en Aledo, su hábitat debe de ser la frontera, tanto por los territorios que pueden arrebatar a los moros como por las parias que pueden cobrarles. En este sentido, el medievo hispano es descrito con detalle, teniendo en cuenta las licencias que toma el autor, pero en concordancia con la época en la que se desarrolla, como lo aclara en el Cuaderno de notas que acompaña al cuerpo de la novela. Unas descripciones relatadas con claridad por la voz narrativa, por lo que tuve la sensación de que una voz en off me describía los parajes por los que transitan, de tal forma que no perdía detalle, por las atractivas escenas de fauna y flora que contienen: episodios como los que protagoniza un gato sin una oreja, el perro lebrel que está muy presente en varios episodios de la trama, o la trastada que sufre el camello de raza mehari en el campamento de Ruy Díaz de Vivar.

Francisco Narla perfila un inolvidable elenco de personajes que ayudan a mantener el interés por todo lo que sucede a lo largo del desarrollo de la trama. Son un fiel reflejo de la convulsa e insegura época que les toca vivir, sobre todo si transitan por la peligrosa frontera. Conforman un amplio listado de secundarios, pero a los que el autor describe de tal forma que no cuesta trabajo identificarlos, porque cada uno de ellos suele tener alguna característica que los hace inconfundibles. Cobran un mayor protagonismo varios miembros de su mesnada, sobre todo por la relación que tienen con su capitán, principalmente quienes forman su grupo de mayor confianza. Personajes como Nuño y Blasco, que forman un dúo que no tiene desperdicio, a los que hay que añadir al sanador hebreo Moisés o al germano Otto y la frase lapidaria que utiliza como muletilla. Pero los que más evolución tienen a lo largo de los capítulos son Diego y Gelín, aprendiz del sanador, y con quien el hijo del Cid forja una amistad inquebrantable, pese a las diferencias que por parentesco hay entre ambos. Un cuadro de personajes a los que hay que añadir a los históricos ya mencionados en esta reseña, y la presencia de Álvar Fáñez en el último tramo, o el papel que desempeña  ficticios como el mercader pisano Giovanni Orlandi y su hija Lilia, sin olvidarme de Ojarra en el castillo de Cornago. Pero junto a Ruy Díaz de Vivar destaco la labor de su esposa Jimena, por el papel trascendental que tiene en la trama, ya que no sólo actúa como esposa y madre, si no también porque muestra inteligencia a la hora de asesorar al de Vivar.

(Puerta de la Xerea-Valencia)

El buen vasallo es una novela que disfruté de principio a fin, degustada a fuego lento, sobre todo en los capítulos en los el misterio, la acción y la tensión narrativa están presentes. Es un magnífico viaje literario a la Edad Media, sobre todo por la trascendencia que tiene todo lo que sucede en territorio fronterizo. Está escrita con elegancia y riqueza de vocabulario y son un disfrute las brillantes descripciones que ofrece el narrador omnisciente sobre las localizaciones por las que transitan los personajes ya citados en esta reseña, al igual que las escenas en las que están muy presentes la flora y la fauna.





Biografía:




Francisco Narla (Lugo, 1978). Piloto aéreo y escritor de novela histórica y ha colaborado en radio y televisión. Aunque entre sus publicaciones se encuentran obras de diversa índole, el éxito le llegó principalmente gracias al género histórico, en el que debutó en 2012 con la novela Assur (Planeta, 2012). A esta le siguieron Ronin y Donde aúllan las colinas. Ya consagrado como uno de los maestros del género, en 2018 obtuvo el I Premio Edhasa de Narrativas Históricas con Laín, el Bastardo, con un enorme éxito de crítica y ventas que continuaría en los años sucesivos con la publicación de tres títulos más: Fierro, Balvanera y Breo. El celta que desafió a Roma.

En 2024 llega a Grijalbo con su novela más madura, El buen vasallo, una magnífica historia que rebasa las fronteras de los géneros para afirmarse como una obra inolvidable, dotada de personalidad, rigor y amor por la literatura.







(Polop-Alicante)

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