El
martes de la semana pasada publiqué en este blog mi reseña de Tres
mil viajes al sur,
de Manuel Machuca. Hoy publico en mi blog una entrevista en la que el
autor sevillano nos comenta un poco sobre los entresijos de esta
novela testimonio y de denuncia social que merece la pena leer,
aunque no sea comercial.
Biografía:
Manuel
Machuca (Sevilla,
1963) debutó como novelista con Aquel
viernes de julio (reseña),
obra que se desarrolla en su ciudad natal durante los primeros meses
de la Guerra Civil española; a ella le siguió El
guacamayo rojo (reseña),
la historia de tres generaciones de emigrantes andaluces en Brasil.
Con Tres
mil viajes al sur llega
a finalista del Premio Ateneo de novela de Sevilla en 2015. Ha
publicado relatos en las antologías Relatos
de farmacéuticos (2006),
Hidra
verde (2015)
y también en la revista argentina Motor
de ideas.
Antes
de su irrupción como novelista, ha colaborado con artículos en los
diarios del Grupo Joly, en Cambio
16 y
en Cuadernos
para el diálogo,
obteniendo en 1997 el Premio periodístico de la Fundación Avenzoar.
Asimismo,
fue cooperante durante la Guerra de Ruanda en 1994, y desde el año
2000 imparte conferencias en diversos países de Europa y América
Latina para formar a profesionales que deseen ser agentes
transformadores del cambio, actividad que comparte con otras de
voluntariado con personas en riesgo de exclusión social en un barrio
de Sevilla considerado como marginal por quienes no han tenido la
oportunidad de acercarse a las personas que lo habitan.
Entrevista:
1)
Francisco Portela.- Gracias por concederme esta entrevista, Manuel.
Creo que merece la pena que los lectores conozcan un poco más qué
les ofreces en Tres
mil viajes al sur.
Manuel
Machuca.- Muchas gracias a ti por ayudarme a que más lectores puedan
saber de ella y así dar a conocer historias que suceden alrededor de
nuestros pueblos y ciudades, a un paso de donde vivimos.
2)
F. P.- Creo que el título de Tres
mil viajes al sur
indica claramente tu grado de compromiso como voluntario que se
preocupa por personas como las que se ven reflejadas en la novela.
M.
M.- No sé si realmente lo refleja o no. Me gustan los títulos
ambiguos, que haya que profundizar en ellos para encontrarles el
verdadero sentido. Podía ser una novela de viajes. El sur, para
quienes me conocen, que saben que ha sido mi destino vital muchas
veces, podría ser África o Iberoamérica. El guacamayo rojo
señalaba otro sur diferente al que muestro aquí. De todas formas,
no es mi pretensión mostrarme ni como voluntario ni como persona
comprometida porque, aunque es cierto que intento ejercer como tal
desde que en 1994 estuve de cooperante en un campo de refugiados de
la guerra de Ruanda, creo que sería una falta de respeto hacia esas
personas alardear de lo que yo pretenda hacer, cuando está más que
claro que a quien de verdad benefician las actividades de
voluntariado es a los voluntarios. No obstante, sí que me preocupan
estas personas, tan desconocidas para la inmensa mayoría de
nosotros, y esta novela pretende ser un modesto homenaje de
agradecimiento a quienes tanto me han dado a lo largo de estos años.
3)
F. P.- ¿Sentías la necesidad de escribir una novela que removiese
la conciencia del lector ante los problemas que hoy día afectan en
cualquier rincón de nuestro país a los excluidos por la sociedad?
M.
M.- Sentía la necesidad de agradecer a las personas que me permiten
que las acompañe, y entendí que la mayor muestra de afecto hacia
ellos que podía tener era darles visibilidad, mostrar cómo viven,
pero no ha sido mi objetivo remover la conciencia de nadie. Ya somos
mayorcitos todos y cada cual tiene su propia sensibilidad. Sólo he
pretendido mostrar, y que cada cual reflexione si es que pretende
hacerlo. Creo profundamente en la literatura como lugar de
intercambio de experiencias entre un autor y un lector, y que cada
cual, escritor y lector saque sus propias conclusiones del texto sin
intención de manipular las emociones de cada cual. Autores y
lectores debemos salir transformados a partir de una obra y a ello
debemos llegar lo más libres que se pueda.
4)
F. P.- ¿Y no tendría que ser la propia sociedad la que se
preguntase por qué margina a quienes tendrían que formar parte de
ella? ¿Tan insolidario es el ser humano, Manuel?
M.
M.- No creo que seamos insolidarios, lo que pasa es que
históricamente hemos estado manejados por los poderosos y pensamos
que tenemos poca capacidad de acción, que carecemos de fuerza para
cambiar el mundo. Desarrollamos diversas formas de vasallaje desde
tiempos inmemoriales, sin darnos cuenta de que sí se pueden cambiar
las cosas. No hay por qué tener miedo a hacerlo. La marginalidad es
aislamiento a un lado y otro de los muros, es miedo al otro. Y ese
miedo lo alimentan quienes no tienen otro interés que el que nada
cambie, y lo consumen quienes se contentan con las migajas que los
poderosos les echan. Hoy los poderosos se invisibilizan y sólo se
muestran a través de sus apéndices, de sus nuevos guerreros, que
son los medios de comunicación, que nos meten el miedo en el cuerpo
cada vez que ponemos las noticias en televisión, o nos atontan con
programas plagados de estrellas imbéciles que hasta pagamos con
nuestros impuestos. Más que insolidarios, no reconocemos nuestra
capacidad de transformación.
5)
F. P.- En uno de los poemas que encabezan los relatos que conforman
la novela, la poeta Anabel Caride dice que «Las ciudades son trenes
que cruzan sin mirarse». Creo que este verso define perfectamente lo
que es una ciudad, un pueblo: cada uno va a lo suyo, ¿no?
M.
M.- Pues sí, estamos en la era del yo como único objetivo, lo cual
nos hace muy desgraciados porque somos un animal social. En el
individuo nunca puede haber éxito para nuestra especie, de ahí que
a la vez que individual somos una sociedad profundamente frustrada.
Tenemos que volver al pensamiento colectivo. Estamos intoxicados por
esa visión anglosajona, deudora del calvinismo, adoradora del éxito
como concepto individual, que nos lleva al fracaso como grupo. Hemos
prostituido el concepto de libertad, que en su esencia verdadera no
tiene que ver con algo propio sino con el respeto a los derechos del
otro. Y todo esto genera desigualdad, fracaso institucionaly una
profunda infelicidad. Los estados han dejado de ser entidades
garantes de los derechos y del desarrollo de las personas y se han
convertido en instrumentos coercitivos y de poder de las élites. Hay
que poner en valor la esencia de nuestra especie, ese espíritu
Ubuntu que defendía la tribu xhosa de Nelson Mandela: somos humanos
a través de la humanidad de los otros.
6)
F. P.- ¿Crees que la literatura debería de implicarse más en
denunciar los problemas reales de los más desfavorecidos?
M.
M.- La literatura, como toda actividad artística, debe ayudar a
transformar al otro, y contribuir a la transformación del
pensamiento puede ser uno de sus fines, nunca el único. El arte es
también un reflejo de la sociedad, y como la sociedad hoy, prefiere
hoy mirar hacia otro lado, alejarse de todo lo que le pueda causar
problemas, no pasar mucho tiempo rasgándose las vestiduras ni
escuchando a aguafiestas. Y como espejo del mundo en el que
transitamos, muchos escritores prefieren pasar de puntillas por todo
aquello que le reste público. Hay muchos autores obsesionados con el
éxito comercial, por escribir sobre temas que no molesten, por
acercarse a los usos predominantes en lugar de contribuir a
transformarlos.
7)
F. P.- Pero me imagino que es difícil publicar novelas como Tres
mil viajes al sur
porque no son comerciales, y lo que prima en literatura es el
márketing.
M.
M.- Imagino que sí, que es difícil, que en estos tiempos de
corrección política, publicar una novela que mucha gente no quiere
leer porque prefiere continuar ajeno a lo que sucede a minutos de su
casa, es algo complicado. Afortunadamente mis editores en Anantes han
confiado en mí desde el principio, y no sólo lo hacen conmigo sino
con otros autores que tampoco “van haciendo amigos” con la
temática que abordan. Puedo decirte que mi objetivo al escribir no
es perseguir ese fantasma voluble y escurridizo que se conoce como
éxito, sino expresarme, transformarme como persona a través de la
escritura. Y lo que mis novelas me han dado como ser humano es
muchísimo más de lo que esperaba. Quizás no tenga el éxito que
también desearía, pero me considero alguien muy afortunado.
8)
F. P.- ¿Por eso quizás sea la novela negra el género literario que
refleja mejor los problemas a los que se enfrenta la sociedad?
M.
M.- Eso se dice, que la novela negra es la que mejor representa hoy
el llamado realismo social. De todas formas, y para nuestra
desgracia, muchos grandes éxitos de la literatura actual retratan
también, sin pretenderlo obviamente, lo que es nuestra sociedad
actual. ¿O no la retratan las “Cincuenta sombras de Grey” o las
“Ambiciones y reflexiones” de Belén Esteban?
9)
F. P.- Pero, sin embargo, creo que en la novela negra los marginados
suelen forman parte del bando de los malos,
¿no?
M.
M.- El marginado tiene siempre la mayor parte de las papeletas para
acabar en el bando de los malos por la vida que lleva. Se ha hecho
muy poca literatura desde la perspectiva del marginado, desde
entender su vida y las circunstancias ambientales y culturales que lo
rodean. Para mí es una trampa. Quienes viven en la marginalidad son
primero de todo, víctimas de una sociedad brutalmente desigual, que
los arroja a actuar al margen de la ley, nunca mejor dicho. Por eso,
quienes son capaces de salir de la marginalidad son unos héroes. Al
igual que hay muy pocos que son capaces de salir de la marginalidad,
también son escasos los que caen en ella viniendo del otro lado. Las
personas necesitamos tener la oportunidad de desarrollar nuestras
potencialidades, y ese y no otro debería ser el fin de
organizaciones creadas por los hombres como son los estados, y esto
no pasa. El estado, y sus órganos como la Policía, están al
servicio de los poderosos, y por eso los marginados acaban asumiendo
el papel de malos y quienes tienen al poder de su parte, de buenos.
Una solemne hipocresía, pero entretenida, eso sí, si hablamos de
literatura, y que contribuye sin duda a aletargarnos la conciencia.
10)
F. P.- Me imagino que, de las tres novelas que has publicado hasta la
fecha, Tres
mil viajes al sur
sería la más compleja de escribir, por el trasfondo de la misma.
M.
M.- Ha sido la de estructura más compleja, y sin embargo también la
que más rápido he escrito, quizás porque la he escrito en una
época de mi vida en la que le he podido dedicar más tiempo a la
literatura. De alguna forma, y sin ser consciente de ello, ya comencé
a escribir esta novela hace once años, cuando emprendí esta
maravillosa aventura de ejercer de voluntario en el Polígono Sur de
Sevilla. Sentirme cercano a las personas que viven allí, abrir los
oídos y el corazón a su vida, me lo han puesto muy fácil. Escribir
esta novela ha sido dejar aflorar toda esa experiencia que comenzó a
principios de 2006.
11)
F. P.- Y supongo que no fue fácil la labor de documentación para
reflejar la historia de las cuatro mujeres que la protagonizan. Por
los temas que tocas en la novela, se percibe que has tenido que
realizar un trabajo de campo.
M.
M.- Yo vengo de la investigación en ciencias de la salud, y para mí
la documentación es básica a la hora de escribir. Mucha ha venido
de mi propia experiencia, pero también he entrevistado a bastantes
personas que me han contado sus historias. La gente que vive en estos
barrios es muy sencilla, y a pesar del dolor de muchas de sus relatos
siempre estuvo abierta a hablar y a contar. Sí tuve más
dificultades para acceder a las vidas más desconocidas para mí, las
de los africanos. Pero tuve la colaboración de la poeta uruguaya
afincada en Sevilla María Magdalena Blanco Odriozola, que me
facilitó contactos con ONGs para poder acceder a ellos, y de Mohamdi
Freesahara, con el que pateé muchas calles y entrevisté en cruces
de semáforos de las afueras a personas que han venido a ganarse la
dignidad como personas que les negamos cada día. Gracias a ellos
conocí el terrible viaje africano.
12)
F. P.- En Tres
mil viajes al sur son
personajes femeninos quienes protagonizan cada una de las cuatro
historias que la conforman. ¿Reflejan mejor las mujeres que
protagonizan la novela la realidad de estos barrios marginales?
M.
M.- Absolutamente. Las mujeres son el sostén de nuestra sociedad, y
en los barrios marginales aún más. Si no la hubiera escrito desde
una perspectiva femenina, esta novela carecería de todo fundamento,
carecería de toda credibilidad.
13)
F. P.- ¿Cuál fue el testimonio que más te impactó de los que
recabaste para crear las cuatro historias?
M.
M.- Sin duda, el de las africanas, por ser el más desconocido para
mí. El viaje hacia Europa de estas mujeres es terrible. Las
violaciones que sufren, los abusos de todo tipo, la dureza y la
mortalidad entre quienes salen de sus casas para buscar un mundo
mejor, es absolutamente inhumano, inadmisible para el siglo XXI.
Conocer cómo hay europeos que las explotan, no sólo cuando alcanzan
nuestro continente, sino en el mismo camino, es algo que produce
náuseas. Por eso me asquea profundamente la posición de Occidente
ante África.
14)
F. P.- ¿Crees que Tres
mil viajes al sur
está cumpliendo las expectativas puestas en ella como novela
testimonio cuando decidiste publicarla?
M. M.- Puedo afirmar que en
lo que se refiere a lo que ha representado para mí como persona, y
para las personas del barrio, estoy más que satisfecho. Y el
contacto con los lectores también ha sido inmejorable, y me ha dado
la oportunidad de aprender y de crecer como escritor.
15)
F. P.- Espero que esta entrevista sirva para que más lectores se
interesen por Tres
mil viajes al sur.
No es una novela al uso, como digo en mi reseña, pero es un
testimonio de lo que ahora mismo está ocurriendo a nuestro
alrededor. Gracias, Manuel, por concederme parte de tu valioso
tiempo.
M.
M.- Muchas gracias a ti, Paco, por estar siempre atento a mi carrera
literaria y por sentir tu ánimo siempre.
Nota: imágenes que acompañan al cuerpo de la entrevista, tomadas de google imágenes.
Una gran novela. Y la entrevista me ha gustado mucho
ResponderEliminarUna buena entrevista! conocer de cerca a los autores te acerca más a su obra. Me ha encantado
ResponderEliminarUn beso
Yolanda ❤ ❤ ❤
Fantástica entrevista. Un beso ;)
ResponderEliminarMuy buena entrevista, gracias
ResponderEliminarUn beso
Gracias por la estupenda entrevista! No era un libro que al principio me llamara mucho la atención, pero las palabras del autor me han convencido.
ResponderEliminarBesotes!!!
Felicidades por la entrevista Paco, sin duda, me ha hecho admirar aún más a su autor. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por la entrevista, yo todavía no me estrené con el autor
ResponderEliminarBesos
Gracias por la entrevista.
ResponderEliminarLa historia de las africanas o de la gente que viene de otros continentes es tremenda. La que pasan para llegar aquí y luego vivir en las condiciones que lo hacen. Muy buena entrevista Paco. Besos
ResponderEliminarMuy buena la pregunta y la respuesta número 8. Me temo que así es.
ResponderEliminarGracias por la entrevista
Del autor solo he leído Aquel viernes de julio. Gracias por la entrevista.
ResponderEliminarBesos
Me encantaría leer esta novela del autor también. Me gustó mucho El guacamayo rojo y me gusta como escribe el autor.
ResponderEliminarBs.
Muy buena entrevista, gracias!
ResponderEliminarUna entrevista muy completa, y yo todavía sin leer nada de él. Espero no tardar en remediarlo. Un beso!
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