martes, 26 de noviembre de 2024

Reseña Los espacios efímeros, de Fernando García Calderón.

 










Datos técnicos:




Título: Los espacios efímeros.

Autor: Fernando García Calderón.

Editorial: Algaida (Grupo Anaya).

1ª edición: Marzo/2024.

Encuadernación: Tapa blanda con solapas.

ISBN: 978-84-9189-893-1.

Idioma: Español.

Nº páginas: 360.




Sinopsis:





«Un hombre inmóvil, de mirada ausente, apoya la cabeza en la ventanilla de un tren. Escucha un pitido intenso, que parece no molestarle, y nada más. En ese momento, aislado, llega a la convicción de que va a morir». Un atentado desata el terror y despierta el instinto de un par de profesionales de amplia trayectoria que, convencidos de su inminente final, abordan con perspectivas muy diferentes el deseo de ser recordados. Set, guionista justiciero, y Tomás, sabueso infalible, se retarán en una serie de asesinatos que replican los inmortalizados en películas de culto, desencadenando una trama que ha de conducirlos a su irrenunciable destino. Si jinetes del Apocalipsis se citan en Madrid para sembrar el caos y cosechar la catástrofe, alguien tendrá que descabalgarlos. Los espacios efímeros relata la historia de dos vidas paralelas, resignadas, que se quiebran hasta converger por un breve periodo en una causa superior. Los espacios efímeros es el thriller de nuestros miedos. El miedo a la soledad, el miedo a la muerte, el miedo al olvido.




Opinión Personal:




Hay novelas que no dejan indiferentes, es difícil olvidarlas e invitan a la reflexión por cómo se desarrolla su trama. Los espacios efímeros, del escritor sevillano afincado en Madrid, Fernando García Calderón, es una de ellas. Si a lo que acabo de comentar se le añade la curiosidad que se siente por el título, y una sinopsis en la que atrajeron mi atención los dos personajes que se citan, es un claro adelanto de que el entretenimiento está asegurado. Pero es que, además, me encontré con el señuelo de la estructura, al que hay que sumar otro que seguro dejará un tanto descolocado a algún que otro lector, entre ellos, servidor. Ese otro señuelo son los títulos de los capítulos, que son máximas filosóficas de Sócrates. Sin duda alguna, este segundo señuelo puede ser un arma de doble filo, porque uno se pregunta qué relación puede tener el pensamiento socrático con la trama de este thriller. Quizás, por esto último, no sea fácil recomendarlo; en mi caso, y a medida que se suceden los capítulos, me quedo muy sorprendido por la reflexión socrática de su desarrollo, por lo que el debate está asegurado.

(Cantoblanco-Campus Universidad Autónoma-Madrid)
El primer imán de Los espacios efímeros es el título, porque diría que desentona con los habituales de este género literario. Sin embargo, se percibe que el autor lo tiene muy claro desde el minuto cero. Y es que un espacio efímero es una instalación no permanente que transmite un mensaje muy directo con un objetivo muy claro. Y esto es lo que hace Set, el guionista justiciero. A lo que acabo de comentar hay que añadir el gran peso que tiene el séptimo arte en la novela, en la que se citan una serie de títulos de películas de culto -la gran mayoría conocidas por los cinéfilos- que guardan relación con las escenas de los crímenes que deja preparadas el asesino en serie, su sello personal a modo de firma.

Fernando García Calderón planifica y desarrolla la trama a partir de los atentados yihadistas del 11 M de 2004 en Madrid. Unos atentados que estarán muy presentes a lo largo de los capítulos por todo lo que sucede posteriormente en torno a los autores: los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado preparan el operativo para detenerlos y ponerlos a disposición judicial. Operativo al frente del que está el comisario del inspector citado al final del párrafo anterior. Sin embargo, el veterano sabueso, próximo a la jubilación, tiene como preferencia desenmascarar al autor de una muerte que en un principio se cataloga como suicidio pero que, tras examinar el lugar del crimen, tiene muy claro que hay caso a investigar, por lo que no duda en realizar las pesquisas necesarias para detener al culpable. Caso a investigar al que hay que añadir varias muertes más, que siguen el mismo patrón que la primera. Sin duda alguna, estas son las pautas de un thriller de corte clásico, en donde están muy presentes los giros inesperados, la acción e incluso episodios en los que surge alguna pista falsa.

Pero el autor da una vuelta de tuerca a la trama, porque con el paso de los capítulos uno se pregunta cómo puede ser posible que un policía con un gran bagaje profesional a sus espaldas pueda dar semejante vuelco a su impoluta labor de investigación, e incite a preguntarnos qué le mueve a actuar de tal forma que traspasa una línea que se considera infranqueable. Y es que no duda en cruzarla para que se cumpla el objetivo esencial, sobre todo por el cariz que toma el devenir de los episodios, que enrevesan todavía más ese cruce, ya que no cuenta con las consecuencias que resultan de la marcha de Lara y Elisa a Cannes para participar en un operativo organizado por la Interpol. El inspector jefe es  consciente de que, como adelanta la sinopsis, si jinetes del Apocalipsis se citan en Madrid para sembrar el caos y cosechar la catástrofe, alguien tendrá que descabalgarlos. Jinetes que provocan una serie de situaciones peligrosas para los dos protagonistas, con el aliciente de que el inspector jefe, más conocido como Lobo, decide resolver el caso que investiga, amparándose en la efectividad que le proporciona el plan que elabora para controlarlos, aunque parezca muy descabellado. Sin embargo, tiene muy claro que es la la única solución con la que evitar que se produzca una gran masacre en la ciudad, siempre con el rabillo del ojo puesto en un evento lúdico reivindicativo que atrae a miles de personas. «La mía, retorcida, se caracteriza por esa extemporánea forma de justificar los medios empleados para el logro de un fin benéfico» (pág. 222).

(Calle Tribulete-Madrid)
La vuelta de tuerca a la que me refiero en el párrafo anterior también se percibe en relación con los dos personajes principales: Set y el inspector jefe Tomás López Bosio, alias Lobo. El autor incide a lo largo de los capítulos en la personalidad de ambos protagonistas. Protagonistas que reflexionan sobre lo que esperan de la vida, dadas las circunstancias de cada uno. Set está convencido de que le queda poco tiempo, por lo que, tras sobrevivir al mortal atentado yihadista, decide acudir a su médico de cabecera para que le derive a un especialista, que pauta  una serie de pruebas médicas con las que poder diagnosticar el mal que padece. El veterano policía no le va a la zaga, y por eso actúa para resolver el caso del asesino en serie tal y como comento en los párrafos anteriores. Es consciente de la que le puede caer encima si descubren el tinglado que organiza, pero también sabe que el éxito conlleva que lo ensalcen si desbarata la célula yihadista, aunque esto último le es indiferente. Pero también el lector conoce su lado más humano, porque a medida que se suceden los capítulos rememora una serie de episodios en los que la culpa está presente, pero también la añoranza de lo que pudo haber sido y no fue, en relación con la que fue su novia, Nieves, a quien todavía tiene muy presente.

Por las páginas de Los espacios efímeros transita un elenco de personajes que le dan mucho juego a la trama, caracterizados cada uno de ellos por una peculiaridad que los define, y que se tienen que amoldar a un ambiente cada vez más enrarecido, por la presencia de los jinetes apocalípticos que quieren sembrar todavía más caos en Madrid, después del atentado yihadista del 11-M. A los ya mencionados Set y Lobo hay que añadir secundarios que tienen su protagonismo en un momento dado, si bien cada uno de ellos con diferente fortuna en el papel que les toca desempeñar en el entramado que se organiza para que el mal no consiga alcanzar sus objetivos. Junto a Lobo -el inspector jefe Tomás López Bosio- la agente Lara, novata y eficiente, de la que estuve muy pendiente en las escenas que protagoniza, sobre todo desde que se presenta de nuevo en su vida el padre de su hijo Lorenzo. Luisito Correa, pertrechado en el sótano de la comisaría de Chamberí, es algo así como el servicio de inteligencia, por la capacidad que tiene de acumular datos en su fabulosa memoria, y que protagoniza junto con el inspector una serie de escenas desenfadadas. Junto a Set, el guionista justiciero, atrae la que se conoce como la vecinita de enfrente, Elisa, y el papel que desempeña con el paso de los capítulos, sobre todo desde que, junto con Lara, se desplaza a Cannes para tomar parte en el operativo al que ya me referí en esta reseña policial. También merece la pena estar pendiente de lo que se cuece en la llamada Torre Olimpo, en donde tiene su sede la empresa audiovisual en la que trabaja Set, pero también en la que hay una serie de personajes relacionados con el mundo del cine que incitan a estar muy pendiente de sus actos, sobre todo por lo que significa su presencia en la trama.

(Barrio Tetuán-Madrid)
Los espacios efimeros es un thriller muy bien escrito, con un ritmo ágil, lo que provoca que los capítulos -todos ellos de igual número de páginas- se sucedan sin dar tregua. Un thriller en el que los vivos y cinematográficos diálogos, la intriga y la acción provocan que el lector esté muy pendiente de su desarrollo. Los episodios son muy visuales, lo que ayuda a que uno se pueda imaginar las escenas que se suceden en las localizaciones por las que transitan los personajes, ubicadas casi todas ellas en Madrid y a visualizar un desenlace inesperado



Biografía: 



Nació en Sevilla en un caluroso mes de agosto de finales de los cincuenta. Comenzó en el cuento su andadura literaria, siendo galardonado en prestigiosos certámenes de toda nuestra geografía. Fruto de esta larga pasión son los volúmenes El mal de tu ausencia (2000), Sedimentos en un pantano (2004), Diario de ausencias y acomodos (2015) y La sonrisa del observador (2024). Sus dos primeras incursiones en el género de la novela, El vuelo de los halcones en la noche (1998) y El hombre más perseguido (1999), se hicieron merecedoras de los premios Félix Urabayen y Ateneo-Ciudad de Valladolid, respectivamente. Con un cuerpo narrativo que abarca desde los claroscuros del siglo XV hasta las sombras de nuestro airado presente, sus últimas obras publicadas, De lo visible y lo invisible (2018) y Para olvidar quién fuiste (2019), son una buena muestra de su actual quehacer. Algaida, tras agotarse las ediciones en pasta dura y bolsillo, ha lanzado recientemente una nueva versión de La judía más hermosa, su trabajo más celebrado. Los espacios efímeros es su undécima novela. www.fernandogarciacalderon.com.


Nota: Datos técnicos, sinopsis y biografía del autor tomados de la web de la editorial Algaida. Imagen de Cantoblanco en Madrid tomada de Wikipedia. Imagen de la calle Tribulete en Madrid tomada de la web del diario digital elDiario.es. Imagen del Barrio de Tetuán tomada de la web Mahoudrid. 

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