Datos técnicos:
Título: El jardín de las flores
negras
Autora: Ana Rosenrot
Editorial: CIMS
1ª edición: 9/04/2018
Encuadernación: tapa blanda con
solapas
Idioma: Español
ISBN: 978-84-8411-226-6
N1 pág.: 383
Sinopsis:
Nadie
sabe de lo que somos capaces, hasta que algo o alguien despierta al
monstruo que llevamos dentro.
Oviedo,
1948. Durante los duros años de la posguerra, en una ciudad que como
el resto del país intenta recomponerse, el padre Arteaga, un joven
sacerdote con graves conflictos personales, pero con un brillante
futuro por delante, intentará huir de las intrigas políticas y
eclesiásticas que se ciernen sobre él, pero no podrá escapar de
los enredos de la sensual señorita Peláez, ni de los misterios que
le rodean, como los que oculta la discreta y reservada maestra en esa
llave de la que nunca se separa. Pero sobre todo se sentirá atraído
por los extraños habitantes de la casona de los Osorio: el
desfigurado Bastián al que su padre, don Pelayo, mantiene encerrado
como si fuera parte de su colección de mariposas, o la inquietante
Llara con su belleza sobrenatural.
Decidido
a descubrir la verdad sobre la familia de don Pelayo, el padre
Arteaga se verá atrapado en un laberinto de mentiras, miedos y
oscuros secretos que desvelarán una historia sórdida, oscura y
siniestra, como una inquietante flor negra en medio de un jardín.
El
jardín de las flores es
un thriller ambientado en Oviedo durante los duros años de
la posguerra, con las heridas aún muy recientes y los sentimientos a
flor de piel mostrando lo mejor y lo peor de los personajes.
Ana
Rosenrot sorprende al lector con una novela cargada de misterio e
intriga, con unos personajes marcados por su pasado y sus fantasmas
personales.
Opinión Personal:
La primera novela que leí
de Ana Rosenrot (Madrid, 1971) fue Secretos en Venecia (reseña), y disfruté
mucho con la historia que me contaba, a caballo entre Nueva York y
Venecia. Tuve muy claro que tenía que leer su nueva novela, El
jardín de las flores negras. Si me gustó mucho Secretos en Venecia,
disfruté todavía más con El jardín de las flores negras. Por eso
hoy comparto mis impresiones sobre esta novela, que recomiendo sin
dudarlo, porque el lector se encuentra con unos ingredientes muy
atractivos, porque en ella se nota la gran labor que hay detrás de
una trama magníficamente hilvanada, en la que cierra con criterio
los diversos hilos argumentales que la conforman.
(Palacio Arzobispal de Oviedo)
En el El jardín de las
flores negras el lector se encuentra con un magnífico engranaje en
el que Ana Rosenrot aúna elementos propios de novela histórica,
costumbrista y gótica, ensamblados de tal forma que es difícil
desligar unos de otros, tal y como se suceden los episodios ante
nosotros. Oviedo y los parajes que rodean a la capital asturiana son
idóneos para que la autora emplee en esta novela los rasgos propios
que caracterizan su narrativa, a lo que también ayuda el clima
propio de estas tierras, y que se presta para lo antes expuesto. Y
así es cómo tan pronto paseamos por los diversos rincones de
Oviedo, como por la alejada casona, en la que tienen lugar una serie
de episodios oníricos, que incitan al padre Arteaga a investigar el
misterio que esconden sus paredes. Hasta esta casona se desplaza don
Toribio para dar clases de latín a Bastián, apelativo con el que se
conoce al hijo de don Pelayo Osorio, que no quiere que salga de la
residencia familiar, al tener el rostro desfigurado, y teme que sea
objeto de burla por los compañeros con los que comparta estudios. A
don Toribio, sacerdote a quien ya le pesan los años, lo sustituye el
padre Arteaga, que se desplazará con el anciano sacerdote para que
se familiarize con su alumno. Madrid y Barcelona también están
presentes en la novela, aunque no tienen en la narración el peso de
la ciudad ovetense, pero sirven para conocer el pasado del padre
Arteaga y los motivos que lo llevaron a ordenarse sacerdote. Ana
Rosenrot ofrece al lector unas descripciones claras, concisas y muy
visuales que ayudan a imaginarse cómo son los escenarios que forman
parte de la trama. En este sentido, puede decirse que el lector
presencia en primera fila todos los episodios que tienen lugar en la
línea temporal que lo traslada al Madrid de 1936, en la que revive
los meses anteriores al estallido de la guerra civil española, y las
impactantes escenas que se narran cuando el conflicto fratricida es
ya una triste realidad.
(Plaza Carbayón-Oviedo)
Ana Rosenrot estructura
esta novela en tres líneas temporales, que se irán alternando desde
las primeras páginas. Puede decirse perfectamente que el lector no
se encuentra con capítulos que le van llevando de una línea
temporal a otra, sino que estas se van alternando a lo largo de la
novela. Esta estructura no supone obstáculo alguno para perder el
hilo de la narración, ya que de una forma u otra se presiente el
cambio de época y escenario. Cada una de estas tres líneas
temporales encierran un misterio que atrae la atención del lector.
La primera se desarrolla toda ella en el año 1948, con el joven
sacerdote Pablo Arteaga y la discreta y reservada maestra, Nieves
Flórez, como los personajes que más atraen la atención del lector.
La segunda se desarrolla entre Madrid, y Barcelona, desde 1936 hasta
1941, en la que conocemos los motivos que llevaron al joven madrileño
a ordenarse sacerdote. Ambas líneas temporales están relatadas por un narrador omnisciente. La última línea temporal está resaltada en
letra cursiva y relatada en primera persona a modo de diario. Este
tramo de la novela es el que más misterio acarrea al lector, porque
nos presenta a una joven que viaja en tren hasta Valladolid, en donde
va a ser internada en un convento en el que se recluyen a jóvenes
descarriadas, tanto moral como socialmente (pág. 30); aunque en
algún momento de sus reflexiones se puede deducir quién es ese
personaje; sin embargo, nos preguntaremos en más de una ocasión
cuál pudo haber sido la causa que obligó a la familia de esta joven
a internarla en ese convento.
(Diputación Provincial de Oviedo)
Al igual que en Secretos
en Venecia, en El jardín de las flores negras sobresale el papel que
desempeñan los personajes. Si bien son el joven sacerdote Pablo
Arteaga y la maestra Nieves Flórez quienes llevan el peso de la
trama, puede decirse que estamos ante una novela coral, porque hay un
elenco de secundarios que conforman un entramado de vidas cruzadas,
en el que se produce el llamado efecto dominó. Doña Encarna, la
casera de Nieves y otros inquilinos, beata y cotilla, en cuyo
edificio suceden una serie de episodios propios de novela negra;
Munia, la asistenta de don Toribio, el sacerdote que va a tener al
padre Arteaga como ayudante; Perete y su esposa Nela; las hermanas
Peláez; Buenaventura Arboleya, el contable de don Pelayo Osorio, o
Elías Carballosa, novio de Covadonga Peláez. En este sentido, la
escritora madrileña traza esas vidas cruzadas de tal forma que va
cerrando las subtramas en las que intervienen cada uno de ellos sin
olvidarse de ninguna de las piezas que forman ese engranaje, que
funciona con total precisión. El lector tiene ante sí unos
personajes bien construidos, trazados con mucha fuerza, muy vivos,
cercanos y con un marcado perfil psicológico, cuyos rasgos son muy
propios de la novela negra. Ana Rosenrot dosifica los misterios y
secretos que rodean a cada uno de ellos, por lo que el lector tiene
la intriga asegurada a lo largo de toda la trama, ya que es incitado
a estar pendiente de lo que les sucede a unos y otros para conocer
mejor qué les mueve a actuar de la forma en que lo hacen. En este
sentido, vuelvo a resaltar lo que dice la autora sobre los
personajes, y que ya comenté en mi reseña de Secretos en Venecia:
«es todo un
ritual en el que elijo los nombres, su forma de ser, lo que van a
vivir...Me implico en su vida, en sus problemas, sufro y me alegro
con lo que les ocurre, les hago enamorarse, correr aventuras, tener
miedo...»
A través de todos ellos, el lector se hace una clara idea de cómo
era el día a día en aquellos difíciles años de la posguerra, y se ve
reflejada la diferencia de clases sociales que había en aquellos
años, en los que estaba muy presente la afinidad o no de unos y
otros al régimen. En la novela hay escenas que muestran también esa lucha que todavía existe entre miembros de uno y otro
bando, y cómo algunos de ellos no dudan en recuperar las
libertades perdidas. Se reúnen en la clandestinidad para adoptar las
medidas necesarias con las que hacer frente a quienes se las
prohíben, pese a que sabían que en cualquier momento podrían ser
detenidos o recibir inesperadas y desagradables visitas que podrían
acarrearles graves problemas, incluso temer por sus vidas, como lo
puede comprobar en lector por el fin que les espera a alguno de los
personajes de la novela.
Ana
Rosenrot cuida al detalle todos los episodios que se encuentra el
lector a lo largo del desarrollo de la trama. Todo ello ofrecido al
lector a través de una prosa clara y cercana, en el que intercala
algunos vocablos bables, sobre todo en los diálogos en los que
intervienen personajes que viven en el barrio de la iglesia de San
Gerónimo. Detalles que alcanzan al título, que está en consonancia
con la gran mayoría de personajes que conforman el elenco de esta
novela, porque todos ellos están marcados por su pasado y sus
fantasmas personales.
Su
lectura es pausada pero diría que adictiva, porque puede decirse que
todos los personajes esconden secretos que se irán desgranando poco
a poco, por lo que el lector se interesa por todo lo que sucede en
las diferentes subtramas que conforman la novela. Como ya comenté
en esta reseña, la escritora madrileña cierra todas las subtramas a medida que nos
acercamos al desenlace, en el que espera algún giro sorprendente,
pero con el que habría que contar tal y como se van desarrollando
los episodios que se suceden y, sobre todo, en la época en la que
tienen lugar, en la que las heridas están todavía recientes y los
sentimientos a flor de piel, mostrando lo mejor y lo peor del ser
humano.
Biografía:
Ana Rosenrot nació
en Madrid en 1971. Licenciada en Psicología por la Universidad
Complutense de Madrid aunque desde muy joven se orientó hacia la
literatura.
Su
primera novela Aeternum, primera parte de Trilogía Aeternum, fue
publicada en 2012, dando inicio a una prolífica producción
literaria, con la publicación, hasta el momento, de A
Divinis,
Ab
Initio,
La
hija del sepulturero,
Secretos
en Venecia,
Las hadas sin corazón y El
jardín de las flores negras.
Sus novelas, con una
prosa clara y vibrante, se caracterizan por crear una atmósfera
inquietante y misteriosa en la que se desarrollan sus historias
llenas de fuerza y pasión, de intrigas y secretos, tejiendo
argumentos cuyos finales son siempre sorprendentes.
Nota: Datos técnicos, sinopsis y biografía de la autora, facilitados por la editorial a través de la nota de prensa. Fotografía del Palacio Arzobispal de Oviedo, tomada de la web Fotolia. Fotografía de la Plaza Carbayón, tomada de la web de Pinterest. Fotografía de la Diputación Provincial de Oviedo, tomada de la web de TripAdvisor.