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jueves, 10 de mayo de 2012

Benito Pérez Galdós




Benito María de los Dolores Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843 - Madrid, 4 de enero de 1920), trata del mayor representante de la novela realista del siglo XIX en España, junto con Clarín y Emilia Pardo Bazán, y uno de los más importantes escritores en lengua española.

Galdós era el décimo hijo de un coronel del ejército, Sebastián Pérez, y de Dolores Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la Inquisición. El padre inculcó en el hijo el gusto por las narraciones históricas contándole asiduamente historias de la Guerra de la Independencia, en la que había participado.

Empezó a colaborar en la prensa local con poesías satíricas, ensayos y algunos cuentos. También se había destacado por su interés por el dibujo y la pintura. Después de la llegada de una prima suya a casa, el joven Galdós se trastornó emocionalmente y sus padres decidieron que se fuera a la capital a estudiar la carrera de Derecho.

Llegó a Madrid en septiembre de 1862 para estudiar Derecho. En esta ciudad entra en contacto con el krausismo por medio de Francisco Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de la Enseñanza, el cual le anima a escribir y le presenta en la redacción de algunas revistas. Se transforma en un madrileño que frecuenta tertulias literarias en los cafés, que asiste puntualmente al Ateneo madrileño, que recorre incesantemente la ciudad y se interesa por los problemas políticos y sociales del momento.

Su única actividad profesional fue la literatura, a la que se entregó de modo tenaz e incansable. Conocía muy bien casi toda España y viajó también por el extranjero. Intervino en el vida política - llegó a ser diputado - y perteneció a la Academia de la Lengua. Sus últimos años fueron muy tristes: pérdida de la vista, dificultades económicas, trato injusto de su obra y su persona, atacadas por algunos sectores intransigentes de la sociedad española.

Fue un hombre tímido y retraído que llevó una vida humilde, sin grandes pretensiones. En cuanto a la ideología, fue un liberal progresista, de mentalidad abierta y tolerante. Se empareja con Dickens, Stendhal, Balzac, ... en la gran novelística europea del siglo XIX. Después de Cervantes es el mas importante novelista español.

Se levantaba con el sol y escribía regularmente hasta las diez de la mañana a lápiz, porque la pluma le hacía perder el tiempo. Después salía a pasear por Madrid a espiar conversaciones ajenas (de ahí la enorme frescura y variedad de sus diálogos) y a observar detalles para sus novelas. No bebía, pero fumaba sin cesar cigarros de hoja. A primera tarde leía en español, inglés o francés; prefería los clásicos ingleses, castellanos y griegos, en particular Shakespeare, Dickens, Cervantes, Lope de Vega y Eurípides, a los que se conocía al dedillo. En su madurez empezó a frecuentar a León Tolstói. Después volvía a sus paseos como no hubiera un concierto, pues adoraba la música y durante mucho tiempo hizo crítica musical. Se acostaba temprano y casi nunca iba al teatro. Cada trimestre acuñaba un volumen de trescientas páginas.

Galdós asistía con regularidad al viejo Ateneo de la Calle de la Montera y trabó amistad con personajes de ideología nada afín a la suya, pues era hombre poco inclinado a fanatismos ideológicos. Así, se hizo un gran amigo de José María de Pereda, de Antonio Cánovas del Castillo, de Francisco Silvela y de Marcelino Menéndez Pelayo. También frecuentaba las tertulias del Café inglés, de la Iberia y del viejo Café de Levante. Hizo viajes por Francia, Inglaterra e Italia varias veces, pero por su amistad con Pereda se aficionó a Santander (Cantabria), ciudad a la que estuvo estrechamente vinculado y donde tomó la costumbre de veranear en El Sardinero junto a Pereda y Menéndez Pelayo. Allí se construyó su célebre casa de San Quintín. También gustaba de visitar Toledo, ciudad por la que sentía una gran predilección y a la que hizo escenario de algunas de sus novelas, como Ángel Guerra. En 1884 viajó a Portugal en compañía de su amigo Pereda.

Ingresó en la Real Academia Española en 1897, contestándole Menéndez Pelayo. A los pocos días le correspondió a él contestar al discurso de su gran amigo José María de Pereda. En 1890 y 1891 fue reelegido diputado por Puerto Rico. Habiéndose unido a las fuerzas políticas republicanas, Madrid lo eligió representante en las Cortes de 1907. En 1909 fue jefe, junto a Pablo Iglesias, de la coalición republicano-socialista, pero él, que «no se sentía político», se apartó enseguida de las luchas «por el acta y la farsa» y se dedicó de nuevo a la novela y al teatro.

Sentimentalmente fue un hombre soltero pero fue asiduo cliente de amores mercenarios y tuvo una hija natural en 1891 de una madre que se suicidó posteriormente, Lorenza Cobián. También se conoce bien su relación con la actriz Concha Morell y con la novelista Emilia Pardo Bazán.

Galdós fue uno de los más firmes candidatos al Premio Nobel de Literatura de 1912, pero una campaña por parte de sus enemigos políticos disuadió a la Academia Sueca de galardonarlo. 

Sus últimos años fueron muy tristes: pérdida de la vista, dificultades económicas, trato injusto de su obra y su persona, atacadas por algunos sectores intransigentes de la sociedad española.
  
EL 4 de enero de 1920 fallecía en Madrid, en su casa de Hilarión Eslava.

En 1870 se decide a publicar su primera novela, La Fontana de oro, con el dinero que le da una tía, ya que en esa época las novelas o se publicaban por entregas en publicaciones periódicas, revistas y periódicos, o corrían a costa del autor; la obra era todavía romántica pero en ella ya empezaban a verse sus ideas radicales que aflorarán en el decenio siguiente. Esta obra, con los defectos de toda obra primeriza, bosqueja la situación ideológica de España durante el Trienio Constitucional (1820–1823).

La Sombra fue publicada en noviembre de 1870, por entregas, en La Revista de España. A pesar de que fue editada posteriormente a la La fontana de oro, los críticos ponen de relieve la posibilidad de que fuera redactada uno o dos años antes.

Sus primeras obras son novelas de tesis. En ellas el autor, con el propósito de defender una ideología concreta, crea unos personajes y modela una realidad en función de lo que quiere manifestar. Las dos novelas más representativas de esta etapa son Doña Perfecta, en donde se plantea el conflicto entre la intolerancia, soberbia e hipocresía de doña Perfecta y el progresismo liberal de su sobrino, Pepe Rey, que acabará siendo víctima de aquella. Gloria es la otra novela más importante representativa de esta época. En esta novela es la intransigencia religiosa es la intransigencia religiosa la que impide la unión de dos personas que se quieren, pero que son de distinta religión.

 Los episodios nacionales son un conjunto de cuarenta y seis novelas poco extensas, divididas en cinco series de diez obras cada una, salvo la última que quedó interrumpida y solo tiene seis. Con ellas pretendió hacer la historia novelada de gran parte del siglo XIX: desde 1805 - derrota de Trafalgar- hasta 1875- Restauración de la monarquía borbónica. Su intención era analizar el protagonismo de las fuerzas conservadoras y de progreso en España. 

 Galdós se documenta con rigor y hasta donde puede de los hechos históricos y los comentarios están narrados con gran objetividad. Las dos primeras series (1873-1879) cubren la guerra de Independencia y el reinado de Fernando VII. En ellas el autor manifiesta un cierto optimismo en una evolución lenta pero segura hacia el progreso. Entre las obras más celebradas de estas series se encuentran Trafalgar, Bailén, Napoleón en Chamartín o La familia de Carlos IV.

 En una segunda etapa cubre desde las Guerras Carlistas hasta la Restauración. El optimismo galdosiano se ha apagado y ahora aparece la visión amarga de la España profunda dividida y enfrentada en guerras fratricidas; ante esta convicción el autor busca una salida en el ideal de "la distribución equitativa del bienestar humano" resultado de su izquierdismo político. Algunas de las obras de este periodo son Zumalacárregui, Mendizábal, De Oñate a La Granja, Amadeo I o el último episodio, Cánovas.

Mezcla personajes de ficción con personajes históricos, importantes acontecimientos políticos y militares con sucesos cotidianos y privados. Consiguiendo de esta forma recrear una historia palpitante, cercana al vivir y sentir de sus contemporáneos. Así, Gabriel Araceli es el protagonista principal de la serie relativa a la Guerra de la Independencia, un pillete de playa que terminó su existencia heroica como caballeroso y valiente oficial del ejército español o Salvador Monsalud, el protagonista de las luchas entre absolutistas y liberales que encarna, en gran parte, las ideas de Galdós. 

 Este conjunto novelístico constituye una de las obras más importantes de la literatura española de todos los tiempos y ejerció un influjo considerable en la trayectoria de la novela histórica española. La evolución ideológica de Galdós es perceptible desde el aliento épico de la primera serie hasta el amargo escepticismo final, pasando por la radicalización política y agresividad socialista-anarquista de las series tercera y cuarta.

Con un enfoque personal de los hechos, pero basado en un riguroso trabajo de documentación, logra el autor un acertado fresco de la compleja realidad española de ese siglo. El estilo es, a veces, descuidado, pero la narración es viva y animada. Los mejores títulos pertenecen a la primera serie: Trafalgar, Bailén, Zaragoza, Gerona,...

 Las novelas españolas contemporáneas está constituido por un grupo de novelas a quién el propio Galdós denominó bajo ese nombre. En ellas, el autor se convierte en un observador crítico pero imparcial de la sociedad española. Sus principales características son la creación de ambientes reflejados con admirable exactitud, y la caracterización de personajes, que ya no serán tipos esquemáticos, sino figuras llenas de verdad y vida. El autor analiza la historia de su vida - la segunda mitad del siglo XIX -, el ambiente popular, los diversos estamentos sociales; pero será Madrid el centro de su visión: Madrid con sus calles, comercios, casas de huéspedes, tertulias de café, barrios pobres; y sus personajes: mendigos, burgueses ricos y burgueses venidos a menos, nobles arruinados, clérigos, cesantes, jornaleros, liberales y reaccionarios, fanáticos, estrafalarios, mezquinos, bondadosos e hipócritas...



Títulos como Desheredada, obra naturalista en la que la protagonista, una muchacha loca que está en el manicomio de Leganés (Madrid), se cree descendiente de un aristócrata y acaba en la prostitución; El amigo manso,  obra que ya anuncia las "nivolas" de Miguel de Unamuno, plantea el contraste entre un profesor krausista y su superficial y taimado alumno; Tormento, obra en la que la protagonista es engañada y seducida por un sacerdote disoluto y la recoge un indiano enriquecido aunque no se casa con ella; Nazarín, en la que se aborda el tema religioso y ético y que el director de cine Luis Buñuel llevaría a la gran pantalla, al igual que Tristana,  en la que se ve a un sacerdote perder la fe porque su pureza evangélica no es comprendida ni aceptada por un mundo mezquino; Misericordia, está considerada como una de sus obras maestras y en ella retrata a la dulce Benina que mendiga para llevar dinero a la casa en la que trabaja de criada sin cobrar y en la que aparece el retablo más descarnado de la miseria madrileña. Entre todas ellas destaca, sin lugar a dudas, Fortunata y Jacinta, un mural más extraordinario sobre la historia y la sociedad madrileña de la época y una de las mejores novelas de la literatura española: Jacinta, la esposa virtuosa y pasiva, representante de una clase media segura y conformista, y Fortunata, la mujer del pueblo, espontánea, apasionada e instintiva. En medio de las dos mujeres, Juanito Santa Cruz, el joven burgués, egoísta y frívolo, mimado e irresponsable, marido de la primera y amante de la segunda.

Las obras dramáticas de Galdós ueron frecuentemente críticas por tener un carácter esencialmente novelesco. Ciertamente, adaptó para el teatro sus propias novelas: El 15 de marzo de 1891 la gran actriz María Guerrero estrenó Realidad, con el papel de Augusta. Esa noche la recordó Galdós como «solemne, inolvidable para mí» en sus Memorias. El buen éxito de la obra y la insistencia de Mario y María Guerrero le movieron a estrenar al año siguiente La loca de la casa, pero hubo que reducirla porque era muy extensa, y cambiar el final, entre otras modificaciones en las cuales se contó con la ayuda de José Echegaray, que asistió a los ensayos. Siguió La de San Quintín, estrenada el 25 de enero de 1893 y el éxito más resonante que hasta entonces obtuvo Galdós en el teatro, durando en cartel cincuenta noches.

El abuelo es una novela dialogada en la que tras la muerte de su hijo, Don Rodrigo, el Conde de Albrit regresa de América a su pueblo con el objeto de descubrir cuál de sus dos nietas es la legítima. ucrecia, madre de las dos hijas (Dorotea y Leonor) decide engañar al abuelo diciéndole que Dorotea es su nieta. El abuelo se encariña de la niña y entonces ucrecia le dice que su nieta realmente es Leonor. El abuelo, finalmente, aprende a querer a sus dos nietas, olvidando el honor. A pesar de que el autor advierte en su prólogo que la novela está ubicada en un lugar desconocido, el receptor puede rastrear con facilidad que se trata de un paraje típicamente español. La obra ha sido llevada cinco veces al cine, la última en 1998 bajo la dirección de José Luis Garci, siendo candidata a los Oscar. Véase El abuelo (película).

Sus obras dramáticas fueron acogidas con éxito tanto por el público como por la crítica. Electra, por motivos políticos o, en todo caso, extraliterarios, constituyó un acontecimiento nacional. El autor nunca había sido tan serio, tan cuidadoso y preocupado como en estos dramas. Hemos de indicar que estas cualidades se hallaban en el teatro español de aquel tiempo. Su influencia para la escena posterior fue benigna.

Su estilo busca la naturalidad y rehúye cualquier artificio retórico a fin de ofrecer, según postulados estéticos realistas, la visión más directa posible de lo que pretende expresar. Cuando narra su estilo es transparente, académico, pero siempre castizo; se trasluce sin embargo el humor y la ironía. En los diálogos, el lenguaje se impregna frecuentemente de términos corrientes e incluso vulgares y en alguna ocasión el narrador canario, víctima de ese frenesí costumbrista, llega a mostrar un poco ridículos e infantiles a los personajes que describe. Es frecuente en él un humor piadosamente irónico de sesgo cervantino (Galdós fue un gran lector del Quijote).

Fuentes: www.rinconcastellano.com, bib.cervantesvirtual,.com, www.epldp.com, wikipedia, you tube

Fragmento de Fernando Fernán Gómez en El abuelo: 

6 comentarios:

  1. Un maravilloso trabajo, Paco. Actualizas la memoria a cerca de Pérez Galdós,uno de los autores que más admiro. ¡Gracias!

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  2. Sin lugar a dudas, Julia. Uno de los más admirados y qué pena que no le concedieran el Nobel.

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  3. Brillante semblanza Paco, de lo mejor que he leido ultimamente sobre Benito Pérez Galdós

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  4. Gracias Gonzalo. Me alegra que haya sido de tu agrado.

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  5. Fantástica entrada! Y de uno de mis autores favoritos y con diferencia.
    Besotes!!!

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  6. Gracias, Margari. Galdós veo que sigue siendo un icono para muchos.

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