Benito María
de los Dolores Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843 -
Madrid, 4 de enero de 1920), trata del mayor representante de la novela
realista del siglo XIX en España, junto con Clarín y
Emilia Pardo Bazán, y uno de los más importantes escritores en lengua española.
Galdós era
el décimo hijo de un coronel del ejército, Sebastián Pérez, y de Dolores
Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la
Inquisición. El padre inculcó en el hijo el gusto por las narraciones
históricas contándole asiduamente historias de la Guerra de la Independencia,
en la que había participado.
Empezó a
colaborar en la prensa local con poesías satíricas, ensayos y algunos cuentos.
También se había destacado por su interés por el dibujo y la pintura. Después
de la llegada de una prima suya a casa, el joven Galdós se trastornó
emocionalmente y sus padres decidieron que se fuera a la capital a estudiar la
carrera de Derecho.
Llegó a
Madrid en septiembre de 1862 para estudiar Derecho. En
esta ciudad entra en contacto con el krausismo por medio de Francisco Giner de
los Ríos, el fundador de la Institución Libre de la Enseñanza, el cual le anima
a escribir y le presenta en la redacción de algunas revistas. Se transforma en
un madrileño que frecuenta tertulias literarias en los cafés, que asiste
puntualmente al Ateneo madrileño, que recorre incesantemente la ciudad y se
interesa por los problemas políticos y sociales del momento.
Su única
actividad profesional fue la literatura, a la que se entregó de modo tenaz e
incansable. Conocía muy bien casi toda España y viajó también por el
extranjero. Intervino en el vida política - llegó a ser diputado - y perteneció
a la Academia de la Lengua. Sus últimos años fueron muy tristes: pérdida de la
vista, dificultades económicas, trato injusto de su obra y su persona, atacadas
por algunos sectores intransigentes de la sociedad española.
Fue un
hombre tímido y retraído que llevó una vida humilde, sin grandes pretensiones.
En cuanto a la ideología, fue un liberal progresista, de mentalidad abierta y
tolerante. Se empareja con Dickens, Stendhal, Balzac, ... en la gran
novelística europea del siglo XIX. Después de Cervantes es el mas importante
novelista español.
Se levantaba
con el sol y escribía regularmente hasta las diez de la mañana a lápiz, porque
la pluma le hacía perder el tiempo. Después salía a pasear por Madrid a espiar
conversaciones ajenas (de ahí la enorme frescura y variedad de sus diálogos) y
a observar detalles para sus novelas. No bebía, pero fumaba sin cesar cigarros
de hoja. A primera tarde leía en español, inglés o francés; prefería los
clásicos ingleses, castellanos y griegos, en particular Shakespeare, Dickens,
Cervantes, Lope de Vega y Eurípides, a los que se conocía al dedillo. En su
madurez empezó a frecuentar a León Tolstói. Después volvía a sus paseos como no
hubiera un concierto, pues adoraba la música y durante mucho tiempo hizo
crítica musical. Se acostaba temprano y casi nunca iba al teatro. Cada trimestre
acuñaba un volumen de trescientas páginas.
Galdós
asistía con regularidad al viejo Ateneo de la Calle de la Montera y trabó
amistad con personajes de ideología nada afín a la suya, pues era hombre poco
inclinado a fanatismos ideológicos. Así, se hizo un gran amigo de José María de
Pereda, de Antonio Cánovas del Castillo, de Francisco Silvela y de Marcelino
Menéndez Pelayo. También frecuentaba las tertulias del Café inglés, de la
Iberia y del viejo Café de Levante. Hizo viajes por Francia, Inglaterra e Italia
varias veces, pero por su amistad con Pereda se aficionó a Santander
(Cantabria), ciudad a la que estuvo estrechamente vinculado y donde tomó la
costumbre de veranear en El Sardinero junto a Pereda y Menéndez Pelayo. Allí se
construyó su célebre casa de San Quintín. También gustaba de visitar Toledo,
ciudad por la que sentía una gran predilección y a la que hizo escenario de
algunas de sus novelas, como Ángel Guerra. En 1884 viajó a Portugal en
compañía de su amigo Pereda.
Ingresó en
la Real Academia Española en 1897, contestándole Menéndez Pelayo. A los pocos
días le correspondió a él contestar al discurso de su gran amigo José María de
Pereda. En 1890 y 1891 fue reelegido diputado por Puerto Rico. Habiéndose unido
a las fuerzas políticas republicanas, Madrid lo eligió representante en las
Cortes de 1907. En 1909 fue jefe, junto a Pablo Iglesias, de la coalición
republicano-socialista, pero él, que «no se sentía político», se apartó
enseguida de las luchas «por el acta y la farsa» y se dedicó de nuevo a la
novela y al teatro.
Sentimentalmente
fue un hombre soltero pero fue asiduo cliente de amores mercenarios y tuvo una
hija natural en 1891 de una madre que se suicidó posteriormente, Lorenza
Cobián. También se conoce bien su relación con la actriz Concha Morell y con la
novelista Emilia Pardo Bazán.
Galdós fue
uno de los más firmes candidatos al Premio Nobel de Literatura de 1912, pero
una campaña por parte de sus enemigos políticos disuadió a la Academia Sueca de
galardonarlo.
Sus últimos
años fueron muy tristes: pérdida de la vista, dificultades económicas, trato
injusto de su obra y su persona, atacadas por algunos sectores intransigentes
de la sociedad española.
EL 4 de enero de 1920 fallecía en Madrid, en su casa de Hilarión Eslava.
En
1870 se decide a publicar su primera novela, La Fontana de oro, con el
dinero que le da una tía, ya que en esa época las novelas o se publicaban por
entregas en publicaciones periódicas, revistas y periódicos, o corrían a costa
del autor; la obra era todavía romántica pero en ella ya empezaban a verse sus
ideas radicales que aflorarán en el decenio siguiente. Esta obra, con los defectos de
toda obra primeriza, bosqueja la situación ideológica de España durante el
Trienio Constitucional (1820–1823).
La Sombra fue
publicada en noviembre de 1870, por entregas, en La Revista de España. A
pesar de que fue editada posteriormente a la La fontana de oro, los
críticos ponen de relieve la posibilidad de que fuera redactada uno o dos años
antes.
Sus primeras
obras son novelas de tesis. En ellas el autor, con el propósito de
defender una ideología concreta, crea unos personajes y modela una realidad en
función de lo que quiere manifestar. Las dos novelas más representativas de
esta etapa son Doña Perfecta, en donde se plantea el conflicto entre la
intolerancia, soberbia e hipocresía de doña Perfecta y el progresismo liberal
de su sobrino, Pepe Rey, que acabará siendo víctima de aquella. Gloria
es la otra novela más importante representativa de esta época. En esta novela
es la intransigencia religiosa es la intransigencia religiosa la que impide la
unión de dos personas que se quieren, pero que son de distinta religión.
Los episodios nacionales son un
conjunto de cuarenta y seis novelas poco extensas, divididas en cinco series de
diez obras cada una, salvo la última que quedó interrumpida y solo tiene seis.
Con ellas pretendió hacer la historia novelada de gran parte del siglo XIX:
desde 1805 - derrota de Trafalgar- hasta 1875- Restauración de la monarquía
borbónica. Su intención era analizar el protagonismo de las fuerzas
conservadoras y de progreso en España.
Galdós se documenta con rigor y hasta
donde puede de los hechos históricos y los comentarios están narrados con gran
objetividad. Las dos primeras series (1873-1879) cubren la guerra de
Independencia y el reinado de Fernando VII. En ellas el autor manifiesta un
cierto optimismo en una evolución lenta pero segura hacia el progreso. Entre
las obras más celebradas de estas series se encuentran Trafalgar, Bailén,
Napoleón en Chamartín o La familia de Carlos IV.
En una segunda etapa cubre desde las Guerras Carlistas hasta la
Restauración. El optimismo galdosiano se ha apagado y ahora aparece la visión
amarga de la España profunda dividida y enfrentada en guerras fratricidas; ante
esta convicción el autor busca una salida en el ideal de "la distribución
equitativa del bienestar humano" resultado de su izquierdismo político.
Algunas de las obras de este periodo son Zumalacárregui, Mendizábal, De
Oñate a La Granja, Amadeo I o el último episodio, Cánovas.
Mezcla
personajes de ficción con personajes históricos, importantes acontecimientos
políticos y militares con sucesos cotidianos y privados. Consiguiendo de esta
forma recrear una historia palpitante, cercana al vivir y sentir de sus
contemporáneos. Así, Gabriel Araceli es el protagonista principal de la serie
relativa a la Guerra de la Independencia, un pillete de playa que terminó su
existencia heroica como caballeroso y valiente oficial del ejército español o
Salvador Monsalud, el protagonista de las luchas entre absolutistas y liberales
que encarna, en gran parte, las ideas de Galdós.
Este conjunto novelístico constituye
una de las obras más importantes de la literatura española de todos los tiempos
y ejerció un influjo considerable en la trayectoria de la novela histórica
española. La evolución ideológica de Galdós es perceptible desde el aliento
épico de la primera serie hasta el amargo escepticismo final, pasando por la
radicalización política y agresividad socialista-anarquista de las series
tercera y cuarta.
Con un enfoque personal de los hechos,
pero basado en un riguroso trabajo de documentación, logra el autor un acertado
fresco de la compleja realidad española de ese siglo. El estilo es, a veces,
descuidado, pero la narración es viva y animada. Los mejores títulos pertenecen
a la primera serie: Trafalgar, Bailén, Zaragoza, Gerona,...
Las novelas
españolas contemporáneas está constituido por un grupo de novelas a quién el propio
Galdós denominó bajo ese nombre. En ellas, el autor se convierte en un
observador crítico pero imparcial de la sociedad española. Sus principales
características son la creación de ambientes reflejados con admirable
exactitud, y la caracterización de personajes, que ya no serán tipos
esquemáticos, sino figuras llenas de verdad y vida. El autor analiza la
historia de su vida - la segunda mitad del siglo XIX -, el ambiente popular,
los diversos estamentos sociales; pero será Madrid el centro de su visión:
Madrid con sus calles, comercios, casas de huéspedes, tertulias de café,
barrios pobres; y sus personajes: mendigos, burgueses ricos y burgueses venidos
a menos, nobles arruinados, clérigos, cesantes, jornaleros, liberales y
reaccionarios, fanáticos, estrafalarios, mezquinos, bondadosos e hipócritas...
Títulos como
Desheredada, obra naturalista en la que la
protagonista, una muchacha loca que está en el manicomio de Leganés (Madrid),
se cree descendiente de un aristócrata y acaba en la prostitución; El amigo
manso, obra que ya anuncia las
"nivolas" de Miguel de Unamuno, plantea el contraste entre un
profesor krausista y su superficial y taimado alumno; Tormento, obra en
la que la protagonista es engañada y seducida por un sacerdote disoluto
y la recoge un indiano enriquecido aunque no se casa con ella; Nazarín, en
la que se aborda el tema religioso y ético y que el director de cine Luis
Buñuel llevaría a la gran pantalla, al igual que Tristana, en la que se ve a un sacerdote perder la fe
porque su pureza evangélica no es comprendida ni aceptada por un mundo mezquino;
Misericordia, está considerada como una de sus obras maestras y en ella
retrata a la dulce Benina que mendiga para llevar dinero a la casa en la que
trabaja de criada sin cobrar y en la que aparece el retablo más descarnado de
la miseria madrileña. Entre todas ellas destaca, sin lugar a dudas, Fortunata
y Jacinta, un mural más extraordinario sobre la historia y la sociedad
madrileña de la época y una de las mejores novelas de la literatura española: Jacinta, la
esposa virtuosa y pasiva, representante de una clase media segura y
conformista, y Fortunata, la mujer del pueblo, espontánea, apasionada e
instintiva. En medio de las dos mujeres, Juanito Santa Cruz, el joven burgués,
egoísta y frívolo, mimado e irresponsable, marido de la primera y amante de la segunda.
Las obras
dramáticas de Galdós ueron frecuentemente críticas por tener un carácter
esencialmente novelesco. Ciertamente, adaptó para el teatro sus propias
novelas: El 15 de marzo de 1891 la gran actriz María Guerrero estrenó Realidad,
con el papel de Augusta. Esa noche la recordó Galdós como «solemne, inolvidable
para mí» en sus Memorias. El buen éxito de la obra y la insistencia de
Mario y María Guerrero le movieron a estrenar al año siguiente La loca de la
casa, pero hubo que reducirla porque era muy extensa, y cambiar el final,
entre otras modificaciones en las cuales se contó con la ayuda de José
Echegaray, que asistió a los ensayos. Siguió La de San Quintín,
estrenada el 25 de enero de 1893 y el éxito más resonante que hasta entonces
obtuvo Galdós en el teatro, durando en cartel cincuenta noches.
El abuelo es una novela dialogada en
la que tras la muerte de su hijo, Don Rodrigo, el Conde de Albrit regresa de
América a su pueblo con el objeto de descubrir cuál de sus dos nietas es la
legítima. ucrecia, madre de las dos hijas (Dorotea y Leonor) decide engañar al
abuelo diciéndole que Dorotea es su nieta. El abuelo se encariña de la niña y
entonces ucrecia le dice que su nieta realmente es Leonor. El abuelo,
finalmente, aprende a querer a sus dos nietas, olvidando el honor. A pesar de
que el autor advierte en su prólogo que la novela está ubicada en un lugar
desconocido, el receptor puede rastrear con facilidad que se trata de un paraje
típicamente español. La obra ha sido llevada cinco veces al cine, la última en
1998 bajo la dirección de José Luis Garci, siendo candidata a los Oscar. Véase El
abuelo (película).
Sus obras
dramáticas fueron acogidas con éxito tanto por el público como por la crítica. Electra,
por motivos políticos o, en todo caso, extraliterarios, constituyó un
acontecimiento nacional. El autor nunca había sido tan serio, tan cuidadoso y
preocupado como en estos dramas. Hemos de indicar que estas cualidades se
hallaban en el teatro español de aquel tiempo. Su influencia para la escena
posterior fue benigna.
Su estilo
busca la naturalidad y rehúye cualquier artificio retórico a fin de ofrecer,
según postulados estéticos realistas, la visión más directa posible de lo que
pretende expresar. Cuando narra su estilo es transparente, académico, pero
siempre castizo; se trasluce sin embargo el humor y la ironía. En los diálogos,
el lenguaje se impregna frecuentemente de términos corrientes e incluso
vulgares y en alguna ocasión el narrador canario, víctima de ese frenesí
costumbrista, llega a mostrar un poco ridículos e infantiles a los personajes
que describe. Es frecuente en él un humor piadosamente irónico de sesgo
cervantino (Galdós fue un gran lector del Quijote).
Fuentes: www.rinconcastellano.com, bib.cervantesvirtual,.com, www.epldp.com, wikipedia, you tube
Fragmento de Fernando Fernán Gómez en El abuelo:
Un maravilloso trabajo, Paco. Actualizas la memoria a cerca de Pérez Galdós,uno de los autores que más admiro. ¡Gracias!
ResponderEliminarSin lugar a dudas, Julia. Uno de los más admirados y qué pena que no le concedieran el Nobel.
ResponderEliminarBrillante semblanza Paco, de lo mejor que he leido ultimamente sobre Benito Pérez Galdós
ResponderEliminarGracias Gonzalo. Me alegra que haya sido de tu agrado.
ResponderEliminarFantástica entrada! Y de uno de mis autores favoritos y con diferencia.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias, Margari. Galdós veo que sigue siendo un icono para muchos.
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