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sábado, 17 de marzo de 2012

Los Girasoles de Van Gohg






“Se puede tener, en lo más profundo del alma,
Un corazón cálido, y sin embargo, puede que
Nadie acuda jamás a acogerse a él”
                    
                                                                                       Vincent van Gohg





El 17 de marzo de 1901 se exponen, por primera vez, en el museo Bernheim-Jeune de París 71 obras del genio holandés de la pintura, Vicent Van Gohg, Once años antes, en Auves-sûr-Oise, a las afueras de París, se había suicidado sin ver cómo su obra provocaba la admiración de todo el mundo. Eran 71 las pinturas que captaban la realidad por este pintor inigualable. Una de ellas, Los Girasoles, subastada en la prestigiosa sala Christie´s en 1987, fue vendida por casi cuarenta millones de dólares.

Vicent Williem Van Gohg, (Zundent-Países Bajos-30 de marzo de 1853, - Auvers-sûr-Oise, Francia, 29 de julio de 1890), fue uno de los grandes exponentes del postimpresionismo. Recibió el mismo nombre que un hermano que nació muerto un año antes. Era hijo de un humilde pastor protestante neerlandés llamado Theodorus y de su mujer Ana Cornelia.

 La figura central en su vida fue su hermano Théo, quien continua y desinteresadamente le prestó su apoyo financiero. La gran amistad entre ambos está documentada entre las numerosas cartas que ambos se intercambiaron entre agosto de 1872.

Desde muy joven tuvo inclinación hacia el dibujo, su primer trabajo fue en una galería de arte. Más tarde se convirtió en pastor y en 1879 se marchó como misionero a una región minera de Bélgica, donde comenzó a dibujar a la gente de la comunidad local. Su primera gran obra la pintó en 1885, Los comedores de patatas. Era consciente de las insuficiencias de su técnica y se inscribe en la academia de Amberes pero no pudo amoldarse a la disciplina pedagógica y, en febero de 1886, llegó a París, sin haber prevenido a su hermano.

La evolución de Van Gogh está testificada por su pintura, hasta ahora sombría y pesada, que se aclara al descubrir la obra de los impresionistas, de los que Théo empezaba a vender cuadros. Trabajó en el taller de Cormon e hizo amistad con Emile Bernard, Toulouse-Latrec y Gaugin.

En París pintó unos doscientos lienzos, de factura cada vez más libre, paisajes de Montmartre y de Anières, y veintitrés autorretratos. Su carácter hosco hacía difícil la convivencia con él y su hermano le aconsejó que se fuera al sur de Francia, donde encontraría la luz intensa que por entonces buscaba a través de las estampas japonesas.

Su plenitud la alcanza durante su estancia en Arles en 1888. Allí comenzó a trabajar, pero la soledad le pesaba. Proyectó organizar un taller colectivo en el que sus amigos pudiesen pintar junto a él. Logró que su hermano comprara algunos cuadros a Gaugin para que este pudiese ir a instalarse con él en Arles. Gaugin llega en octubre, pero las desavenencias entre ambos artistas llegaron a ser tan violentas que Van Gohg intentó golpear a Gaugin y se cortó el lóbulo de una oreja. Tras la marcha de Gaugin llegó Thèo que hizo ingresar a su hermano en un hospital de Arles. En mayo de 1889, Vincent pidió ser internado en el asilo de Saint-Paul-de-Mausole. Allí continuó trabajando y sufrió sus crisis más graves: una forma de epilepsia hereditaria. 

En Provenza pintó más de doscientos cincuenta autorretratos (Autorretrato con la oreja cortada, La Artesiana, Roulin, en cartero) y paisajes (El puente del inglés en Arles, El olivar, El campo de trigo amarillo) e hizo numerosos dibujos a caña. En mayo regresa a París y fue a instalarse en Auvers-sur-Oise, donde residía el doctor  Gachet, que Pisarro había recomendado a Thèo. El médico le recibió muy bien pero las relaciones se enfriaron pronto.

El 27 de junio de 1890, Vicent se suicidó con un tiro de revólver.

Pero su obra sería reconocida  después de su muerte considerándose uno de los grandes maestros de la pintura. Pese a que existe una tendencia generalizada a la especulación sobre la afectación que tuvo en su pintura su salud mental, el crítico Robert Hughes cree que las obras del artista están ejecutadas con un perfecto control.

Durante 18 años, a partir de 1872, Van Gohg hace la crónica de su vida a través de unas 900 cartas escritas a su hermano menor Théo. A través de esta correspondencia conocemos con gran detalle sus viajes y ocupaciones diversas en los Países Bajos, Bélgica, Inglaterra y Francia, su celo religioso obsesivo, su vocación artística, la evolución de sus habilidades, la forma en que utiliza el arte y la literatura para descubrir y definirse a sí mismo y los períodos de inestabilidad mental y la depresión que lo atormentaba durante los años que precedieron a su suicidio. 

La editorial  Arte y Literatura publica Cartas a Théo (Holanda 2002), siendo la primera edición de 1967, libro en el que recopila las cartas que el famoso pintor escribe a su hermano desde julio de 1873 hasta julio de 1890. Esta correspondencia de Van Gohg contiene alguno de los más bellos textos literarios que jamás haya escrito un pintor. Lo mismo que en su pintura, se expresa profundamente y a veces brutalmente en estas cartas.

El pintor, a través de estas epístolas, nos muestra cómo se esforzó duramente por sacar su pintura adelante pero ni siquiera su hermano Theo o Gaugin la supieron apreciar. Es un hombre amante de la lectura contemporánea de su tiempo. Le gustaba leer a Zola. Era un hombre que amaba la pintura y no dudaba en recorrer museos y hablar de cuadros con su hermano. Menciona a pintores como Rembrandt, Manet, Rubens, etc. , por quienes sentía una gran pasión e intetaba imitarlos. Son destacables sus cartas finales escritas durante su reclusión en Saint Remi y las cercanas a su muerte. Son un testimonio casi a modo de diario en el que el pintor holandés da cuenta de su cotidianeidad y se han transformado, a través de los años, en un grito desgarrado frente a la vida.

Las cartas fueron compiladas por su cuñada, la viuda de Théo, Johanna Bonger, en cuatro volúmenes, en el año 1953, con motivo del centenario del nacimiento del genial pintor.

Estas cartas inspiraron biografías, películas, obras de teatro, documentales, estudios académicos y miniseries. Cartas extraordinarias y conmovedoras que se han transformado en un gran documento humano que muestra al verdadero Van Gohg por él mismo.

El destacado documental Van Gohg: cartas a Theo, hasta hoy, es la biografía televisiva más exacta sobre el pintor holandés. Un documental aclamado por la crítica, en el que sobre a base de años de ardua investigación, en el diálogo tomado de sus escritos originales, muestra la historia de la azarosa vida del artista. El papel de Vincent van Gohg es interpretado a la perfección por Benedict Cumbertach.

El loco de pelo rojo es una película estadounidense de 1956, dirigida por Vicente Minnelli. Está basada en la novela Lust for life de Irving Stone y protagonizada por Kirk Douglas. Irving Stone aprovecha las investigaciones realizadas sobre la vida del pintor para escribir el libro mencionado, que se publica en la primera mitad de la década de los cincuenc con gran éxito de ventas. Tras el éxito de Moulin Rouge (1952), de John Houston, la Metro Goldwyn Mayer compra los derechos cinematográficos de la obra del escritor. Minelli se entera poco después y le dice al vicepresidente Dore Schary que le interesa dirigir la adaptación. Anthony Quinn obtiene un Oscar encarnando a Gaugin por una intervención que no oculpa más de diez minutos.

2 comentarios:

  1. Tengo dos recuerdos muy intensos respecto a Van Gogh: uno, cuando vi su cuadro "Las lilas" en el Metropolitan de N.Y. (nada que ver con las láminas tantas veces vistas); el segundo, cuando visité su museo en Holanda. En el primer caso, las lilas tenían tanta fuerza, que tiraban de mí y creo que hubiera pasado horas sin moverme de delante, son hipnóticas. En el segundo, quedé estupefacta, no solo por la maravilla de sus pinturas, sino por la gran cantidad de dibujos suyos que se exponen, a través de los cuales se aprecia con cuánta intensidad y fuerza trabajó, que esfuerzo tan enorme puso en ellos. Me conmovió muchísimo. La cita que has puesto al principio del post me parece, en palabras, un auténtico autorretrato. Un post magnífico, querido amigo. Abrazos.

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  2. Y viniendo el comentario de quién acabo de leerlo, ni te cuento, Isabel. Es un hombre para sacarse el sombrero las veces que haga falta y feliz tú, que pudiste disfrutar de su obra en persona. Un fuerte abrazo, Paco.

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