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martes, 24 de enero de 2012

Valle-Inclán, el Marqués de Bradomín




Éste que veis aquí de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, soy yo: don Ramón del Valle-Inclán”

 Valle-Inclán  regresó definitivamente a su tierra, para descansar en paz, en Santiago de Compostela un 5 de enero de 1936. Igual que ese día, bajo una tromba de agua y en un día gris de cielos encapotados y ambiente desapacible, los fieles a Valle se han dado cita en el Cementerio de Boisaca, donde fue enterrado el literato en lo que muchos consideran su último esperpento, para rendirle homenaje con motivo del setenta y cinco aniversario de su fallecimiento.

Su verdadero nombre era Ramón José Simón Valle Peña. Tomó su nombre artístico de uno de sus antepasados paternos, Francisco del Valle-Inclán. Dos poblaciones se disputan su nacimiento, Villanueva de Arosa y Puebla del Caramiñal. Él afirmaba que nació en un barco que hacía la travesía entre ambas por la ría. Nace un 28 de octubre de 1866.

 Por imposición paterna se matriculó en Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela. Pudo vérsele por el Ateneo Compostelano y frecuentando los espacios literarios. En esta época publica sus primeros trabajos literarios en la revista Café con gotas de Santiago, y en 1889 su cuento A media noche, en la barcelonesa La Ilustración ibérica. La visita de Zorrilla a Santiago para dar una conferencia en la universidad a la que asiste Valle, le produce una honda impresión, quedando seducido por la figura del escritor consagrado. Es en estos años en los que comenzó a arraigar en él su vocación literaria.

 Ramón Gómez de la Serna había calificado a Valle como La mejor máscara a pie que cruzaba la calle de Alcalá, pues sobre él circulaban múltiples anécdotas, auténticas o atribuidas. Semblanzas literarias suyas nos han legado intelectuales y artistas de su tiempo (Maeztu, Azorín, Baroja, Unamuno, Rubén Darío, Machado, Juan Ramón Jiménez...), que inciden tanto en su aspecto físico como en su carácter así como numerosos retratos, tanto gráficos como literarios, debidos a contemporáneos y amigos suyos (Baroja, Picasso, Castelao, entre otros), que nos han facilitado sucesivas imágenes de Valle-Inclán.

No escribió en gallego pero era gallego hasta la médula. Su obra transpiraba galleguidad por los cuatro costados. Castelao, en su Alba de Gloria, quiso que don Ramón cerrase la que denominó la “santa compañía de los inmortales gallegos”. El mismo Castelao le acompañó en sus últimas horas y colaboró en la nota que hizo pública el Partido Galleguista en memoria de la obra de Valle-Inclán, porque como amaba a Galicia quiso venir a morir y enterrarse en ella. Es, sin lugar a dudas, uno de nuestros gallegos ilustres aunque no repose todavía en el Panteón de San Domingos de Bonaval, símbolo y santuario de la galleguidad. 

 Este dandy de Villanueva de Arosa optaba por el “duelo” para arreglar los problemas antes que acudir a la legislación y a la justicia, que él consideraba “para mujeres y cobardes”. Y así fue la manera en que perdió su brazo izquierdo, en un singular “duelo a bastonazos” ocurrido en el año 1899, en una de sus tertulias en el Café de la Montaña en Madrid tras una discusión entre Valle-Inclán y Manuel Bueno.

Valle-Inclán sigue un proceso inverso al de la mayor parte de sus compañeros, ya que empieza como tradicionalista, pues en su ambiente familiar, sobre todo en la rama materna, vive la tercera guerra carlista. Se opuso a la dictadura de Primo de Rivera y recibe con júbilo la caída de Alfonso XIII. El escritor se preocupa, cada vez más por cuestiones de justicia social, se entusiasma con la revolución rusa y se aproxima al marxismo. Su apoyo al gobierno republicano resultó efímero y solo mantuvo su admiración por Azaña.

A) Etapa Modernista:

 Las Sonatas son la principal obra de Valle-Inclán en su etapa modernista. Son un conjunto de cuatro libros, destinados cada uno a una estación del año, representando así la vida de un donjuanesco  marqués de Bradomín que nos relata, en edad avanzada y en primera persona, sus memorias, en las que nos narra una serie de episodios autobiográfico de carácter amoroso, recordadas desde la nostalgia de su vejez y el exilio, tras la derrota carlista en el año 1876. Siendo independientes entre sí, presentan al protagonista masculino, un don Juan feo, católico y sentimental, en sucesivas etapas vitales, que corresponden, siguiendo la lógica argumental de su tetralogía, a la juventud (Primavera), primera madurez, (Estío), madurez plena (Otoño) y vejez (Invierno). La primera en aparecer publicada fue la Sonata de Otoño (1902), cuya acción se desarrolla en Galicia; la Sonata de Estío (1903) se sitúa en Méjico; la Sonata de Primavera (1904) tiene lugar en Italia y en la Sonata de Invierno (1905) nos encontramos con un marqués de Bradomín recuperándose de sus heridas en un convento de Navarra.

Pero de esta etapa tampoco podemos olvidarnos de una de las mejores y más importantes obras en toda la prosa modernista hispana, Flor de Santidad, novela corta de  motivos populares gallegos: es un poema en prosa, una leyenda milenaria, breve y sencilla, como si se tratase de una misteriosa leyenda gallega en la que frente a un mundo cruel, inhumano y malvado, se impone la humilde “santidad” de Ádega, pastora huérfana y visionaria. Es como un cuadro costumbrista donde nos encontramos con una Galicia rural, supersticiosa, mítica y milagrera. Esta novela está dividida en lo que el autor llamó estancias a cada una de las partes en que se divide, lo que hacen de esta obra una especie de poema en prosa épico-lirico, bucólico y geórgico, a la manera de una moderna égloga.

De influencia modernista son sus obras poéticas Aromas de leyenda y El pasajero. Aromas de leyenda consta de catorce poemas de métrica variada y en ellos recrea aspectos de su Galicia natal: milagrería, superstición, paisaje. El pasajero se desarrolla en treinta y tres composiciones temas como la muerte, el dolor, la vida, etc. 

B) Etapa de transición:

Las novelas de la trilogía denominada La guerra carlista (Los cruzados de la causa, el resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño, inauguran la etapa llamada “de transición”, porque el estilo modernista se suaviza y aparecen rasgos que aproximan esta obra al “esperpento”. En esta trilogía la prosa modernista aún persiste aunque va transformándose con un estilo menos efectista y esteticista, más grave y personal, donde ya se deja percibir un claro proceso  de esperpentización en las descripciones de determinadas escenas y personajes. 

 En la trilogía dramática Comedias bárbaras, formada por Águila de blasón, Romance de Lobos y Cara de Plata, Valle-Inclán crea un espacio dramático donde nos presenta una Galicia de estructura social arcaica, semifeudal, decadente y primitiva y con infinidad de personajes de toda índole que pululan por escenarios múltiples, como pazos señoriales, caminos, ferias o cementerios. La acción dramática se desarrolla con una rápida sucesión de cuadros. La prosa es modernista, armónica y arcaizante, salpicada de trazos esperpénticos.

Con Divinas palabras culmina su visión mágica de Galicia. En esta obra nos descubre un mundo despreciable, donde el protagonista es colectivo: gentes como labradores, pastores, peregrinos, ladrones, mendigos, pícaros, ... No hay aristocracia pero el resultado final es un soberbio cuadro dramático en el que la trama y los personajes componen un espectáculo violento, de pasiones primitivas, como la avaricia y la lujuria, pero también encontramos supersticiones y viejas creencias misteriosas.  

 Jardín Umbrío es un libro de cuentos que en sucesivas ediciones irá ampliando el número de relatos hasta llegar a la reedición completa. En los cuentos de ambiente gallego, sobre todo, se adivina fácilmente ese mundo oral popular de las viejas historias contadas que tanto atraían a su autor. Son cuentos de misterio, superstición y violencia. Casi todas las narraciones se ambientan o desarrollan directamente en Galicia, una Galicia mítica y ancestral que es la verdadera protagonista del libro.

C) El Esperpento:

Con la Farsa y licencia de la reina castiza comienza la tercera y última etapa de la evolución literaria de Valle-Inclán, la del “esperpento”. En la obra Luces de Bohemia, expone su teoría del esperpento. Para el escritor el esperpento supone una técnica literaria de deformación sistemática de la realidad y en el autor surge una actitud amarga, desengañada y crítica de una España a la deriva. Los personajes aparecen deshumanizados. Con él, el escritor pretende realizar una corrosiva denuncia social. Trata de presentar y exhibir al desnudo los defectos de la sociedad española, con la esperanza de purificarlos. Con estos personajes pretende mostrarnos las lacras y la destartalada historia de nuestro país. 

En Luces de Bohemia se dramatiza toda una sociedad madrileña miserable y corrupta a la que el autor critica, parodiándola y caricaturizándola grotescamente. La acción se desarrolla en un período reducido, que respeta la unidad clásica de tiempo, pero no se respeta la unidad de lugar, al ser una obra itinerante. Pese a ello, la obra tiene una firme unión interna debido a la presencia del protagonista y su “sombra” y porque ciertos motivos enlazan las diferencias escenas.

En tres piezas teatrales que agrupa bajo el título de Martes de Carnaval, lleva la técnica esperpéntica más lejos que en Luces de Bohemia. El título corresponde a un juego intencionado de palabras: Martes por militares, en alusión al dios de la guerra, y carnaval, de grotescos, de pura máscara. Estas tres obras nos presentan el retrato degradante de individuos pertenecientes al estamento militar. Estas piezas son: Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera y La hija del capitán. 
 
En el poemario La pipa de Kif  da paso a lo grotesco, a lo esperpéntico, también en sus poesías. Esta obra ha sido definida como una colección de estampas trágico-humorísticas.  

Con la trilogía El ruedo ibérico (La corte de los milagros, Viva mi dueño y Baza de espadas) concluye la obra literaria de don Ramón del Valle-Inclán. Está ambientada en las postrimerías del reinado de Isabel II. El autor escribió esta serie novelesca con la rabia y la intención de mostrar que el inaudito espectáculo de esa época isabelina se podía aplicar casi al pie de la letra a la España contemporánea en la que él vivía. 


Fuentes: catedravalleinclan, www.rinconcastellano.com, www.ucm.com, www.ctv.es
















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