sábado, 19 de mayo de 2012

Lauwrence de Arabia



No ha habido, ni habrá nunca, una película como Lawrence de Arabia’ (David Lean, 1962). En su edición en DVD, Steven Spielberg lleva a cabo una introducción muy expresiva al respecto: “si hoy se hiciera esta película la harían con fondos digitales, y costaría trescientos millones de dólares”. El puente sobre el río Kwai’ (1957) y ‘Doctor Zhivago’ (1965), trío de filmes que asegura revisar cada vez que empieza una nueva película).

Con estas palabras del gran Stiven Spielberg creo que queda dicho todo sobre esta joya del celuloide, esta mítica película. Hoy se cumplen cincuenta años del final del rodaje de las escenas que tuvieron como un gran plató a Sevilla y tal día como hoy fallecía el mítico personaje Thomas Edward Lawrence. 

En 1991 fue incluida entre los filmes que preserva el National Film Registry (Registro Nacional de Filmes) de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por ser considerada «cultural, histórica, o estéticamente significativa».

En su reparto cuenta con un ramillete de estrellas como Peter O'Toole, Omar Sharif, Anthony Quinn, Sir Alec Guinness, Jack Hawkins, Sir Anthony Quayle José Ferrer, Claude Rains, Arthur Kennedy y Fernando Sancho, entre otros.

Para la gran mayoría de cinéfilos esta película representa el cine en su máxima expresión. El cine como espectáculo definitivo y, al mismo tiempo, como arte propio de grandes artistas, de grandes autores.

El crítico Luis Martínez dice de esta película "Todo deslumbra. De repente, los espacios luminosos e inmensos del desierto sirven para describir los siniestros vericuetos de un alma atormentada. 3 horas cerca de la hipnosis".

Es, según la exacta definición que da Fernando Morales de Lawrence de Arabia, “maravillosa”.

Se podría hacer un viaje fabuloso siguiendo los lugares donde se rodaron los exteriores de este misógino filme de aventuras en el que no sale una sola mujer. Algunos además no están muy lejos: el grueso de las escenas se filmaron en Almería y en Sevilla. Si mis datos no fallan, este sería el tour cinematográfico perfecto por los paisajes de Lawrence de Arabia:

Entre los meses finales de 1961 y el primer trimestre de 1962, el populoso equipo de más de setenta técnicos de la Columbia que capitaneaban el director David Lean y el productor Sam Spiegel, desembarcó en Sevilla después de varios meses de rodaje en Jordania, donde se filmaron casi todas las escenas ambientadas en el desierto. Tras aquella dura experiencia en la que el equipo soportó las extremas condiciones del desierto jordano, rodar en Sevilla supuso un alivio considerable.

Establecieron su cuartel general en el hotel Alfonso XIII -que además sirvió como set de rodaje en algunas de las escenas de la película-, donde se alojaron el propio director y los actores protagonistas, Alec Guiness, Anthony Quinn, Omar Sharif y un joven Peter O'Toole que aceptó el papel principal tras el rechazo de Marlon Brandon, que prefirió marcharse a Tahití para rodar Rebelión a bordo.

La mayoría de las escenas de interiores de la película se rodaron en Sevilla, ciudad elegida por el diseñador de producción John Box por la gran variedad arquitectónica de edificios históricos, incluyendo algunos de estilo neomudéjar como el Museo de Artes y Costumbres Populares que tan bien encajaba con la estética de la historia. «No hizo falta construir muros, teníamos estructuras naturales que hacían que nuestro mundo fuese real», recuerda Box en el libro. «Evidentemente, los accesorios de atrezzo nos ayudaron considerablemente en nuestra labor».

El rodaje en Sevilla, que finalizó el 19 de marzo de 1962, estuvo plagado de anécdotas. Como las escapadas nocturnas de O'toole y Sharif a algunos tablaos o cómo la crecida del Tamarguillo inundó los sótanos del Pabellón de Perú de la Exposición Iberoamericana y echó a perder los decorados listos para rodar la escena de Lawrence trabajando en la sala de mapas del cuartel general inglés en El Cairo. Recompuesto el escenario, la secuencia tuvo su dificultad añadida: conseguir que una mosca se posara junto a la mano de protagonista en un plano detalle, algo que llevó horas de paciencia a los ayudantes de producción.

En una playa del Algarrobico, se construyó un poblado que recreaba Aqaba, la ciudad jordana del Mar Rojo que atacaban los beduinos liderados por Lawrence y el Sherif Ali.

Cabo de Gata, otro set de rodaje usado en docenas de películas, lo fue también en ésta: en la gran llanura con dunas que hay entre El Toyo y San Miguel de Salinas, en el extremo oeste del actual parque natural, se rodó la escena de la voladura del tren; para ello hubo que construir 2,5 km de vía y comprar a RENFE dos locomotoras y varios vagones y volarlos de verdad con dinamita (todavía no se habían inventado los efectos especiales por ordenador); ni que decir tiene que fue toma única, eso sí filmada con siete cámaras por si las moscas. En la rambla del Cautivo, en el desierto de Tabernas, se plantaron palmeras que aún pueden verse para recrear un oasis.


El parque Nicolás Salmerón de Almería, el mayor jardín urbano de la ciudad, sirvió para recrear la salida de las tropas árabes de Damasco y también para simular la entrada de Lawrence en El Cairo, un tranvía construido para la ocasión cruzaba la escena cargado de extras egipcio-almerienses disfrazados; tiraba de él un tractor.

Una película muy ligada, pues, a Andalucía y los andaluces, pues gran parte de ella se rodó en esta Comunidad Autónoma y muchos de sus ciudadanos participaron como extras en la misma. 



El mito:

Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia (Tremadoc, Gales, Reino Unido, 15 de agosto de 1888 – cerca de Wareham, Dorset, Inglaterra, Reino Unido, 19 de mayo de 1935), fue un militar, arqueólogo y escritor británico. Es conocido por cruzar el desierto.

Era hijo ilegítimo de Thomas Robert Tighe Chapman, un pequeño terrateniente irlandés que abandonó a su mujer y a sus cuatro hijas para marcharse con la madre de Lawrence, Sarah Junner, institutriz de las niñas. La nueva pareja tuvo cinco hijos. Segundo de cinco hermanos, durante su infancia la familia se trasladó varias veces de domicilio: Irlanda, Inglaterra, Gales, Escocia y Francia, terminando esa vida nómada en Oxford, donde la familia se asentó definitivamente.

Influido por su profesor David George Hogarth, un arqueólogo especialista en Oriente Medio, viajó hasta Siria en junio de 1909 para trabajar en los yacimientos hititas de Karkemish, a orillas del río Éufrates, y es allí (recorriendo un total de 1400 km a pie durante cuatro años) donde comenzó a conocer la zona, la lengua y las costumbres de sus gentes. Su principal afición en esos tiempos consistía en dibujar las edificaciones militares de origen cruzado.

En 1914, poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, entró en la Sinai Survey, compañía topográfica dirigida por lord Kitchener, que era en realidad una tapadera del espionaje militar británico, a cuya oficina de El Cairo fue trasladado al cabo de unos meses.

Trabajaba en ella cuando dos años más tarde se le encomendó la misión que le abriría las puertas de la leyenda. Fue enviado a la ciudad de Jidda para que convenciera al rey Hussein de que generalizara la revuelta árabe que tímidamente habían comenzado sus hijos Abdullah y Feisal contra los turcos. La corriente de simpatía mutua que se estableció entre él y el emir Feisal fue decisiva para el éxito de su cometido, el cual implicó la ardua tarea de coordinar a las ariscas tribus beduinas. 

Ascendido a coronel, partici pó en las operaciones militares árabes, durante las cuales resultó herido varias veces e incluso fue apresado, torturado y vejado por un bey otomano, sin que en la ocasión llegara a revelar su identidad. Transmitió a los árabes la idea de unidad nacional, al mismo tiempo que apoyaba las acciones del general Allenby: ataque a la línea férrea Damasco-Medina y toma, en julio de 1917, del estratégico puerto de Akaba. 

Durante el invierno siguiente, Lawrence y los árabes mantuvieron las acciones de apoyo del flanco derecho del ejército de Allenby en Palestina hasta que, el 1 de octubre de 1918, entraron con el general británico en Damasco. Poco después, comprobó que su idea de crear una federación árabe ligada al Reino Unido había quedado abortada dos años antes, merced al tratado Sykes-Picot, por el cual su país cedía a Francia un mandato sobre Siria, reparto que se confirmó en el tratado de paz de Versalles de 1919. 

Aunque profundamente decepcionado, en 1921 aceptó un cargo en la Oficina de Colonias como consejero de Churchill, a quien asesoró en asuntos árabes y acompañó a Egipto y Palestina. En este cometido, medió entre árabes y judíos y al mismo tiempo contribuyó a consolidar políticamente a Abdullah, hermano de su amigo Feisal, como rey de Transjordania. Poco más tarde decidió retirarse y, rechazando las condecoraciones que quiso concederle Jorge V, se alistó en la RAF bajo el nombre de John Hume Ross. 

En 1922, abandonó todo tipo de compromiso enriquecedor y se alistó en la RAF bajo nombre falso: John Hume Ross. De esta forma, esperaba escapar de su propia fama y reunir material para un nuevo libro. Cuando la prensa lo descubrió, el ejército lo licenció. Al año siguiente se las arregló para alistarse de nuevo como soldado raso en el Cuerpo de Artillería, con otro nombre falso: T. E. Shaw. Más tarde volvió a unirse a la RAF y cambió legalmente su apellido a Shaw.

El 13 de mayo de 1935 Lawrence fue a la oficina de correos de Bovington a enviar un telegrama a su amigo Henry Williamson. A la vuelta, cerca ya de su casa de Clouds Hill, se vio obligado a realizar una brusca maniobra con su motocicleta Brough (de la que era un auténtico admirador, pues tuvo varios modelos de esa marca) al cruzarse con dos niños montados en bicicleta. Lawrence salió despedido y se golpeó la cabeza al caerse.
Como resultado del accidente estuvo seis días en coma y falleció el 19 de mayo de 1935. De este modo se extinguió una de las figuras militares más controvertidas, complejas e interesantes que hayan surgido en la historia inglesa. Fue enterrado en el cementerio de Moreton, y en la Iglesia de St. Martin, en Wareham, se erigió una estatua yacente, obra de Eric Kennington, en la que está representado con ropas árabes. En el lugar donde se estrelló se puso hace algunos años una placa conmemorativa.
 
Fuentes: www nationalgeografic.com, www.elpais.com, www.biografíasyvidas.com, www.elmundo.es, www.filmafinity.com

7 comentarios:

  1. Excelente artículo, Paco! Lawrence de Arabia es una de mis pelis favoritas, y la historia personal del coronel Lawrence siempre me interesó. En su momento me zampé los tres tomos de Los siete pilares de la sabiduría, del propio Lawrence, una bigrafia de R. Graves,Lawrence y los árabes....y por descontado, he visionado miles de veces la increíble película de David Lean. Enhorabuena, pues, por este texto tan completo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Ariodante. La verdad es que uno no se cansa de ver estas joyas. No me extraña que su mítica figura fuese llevada a la gran pantalla. Eso sí, no leí nada de lo que este hombre escribió. Siete tomos desde luego que son muchos tomos pero, para quien le guste este tipo de literatura, como las biografías, tiene que ser un lujo su lectura.

    ResponderEliminar
  3. No puedo más que coincidir con Ariodante. Un artículo completísimo, aunque no soy muy aficionada a los clásicos del cine. ¡Feliz sábado!

    ResponderEliminar
  4. Paco, qué entrada tan impresionante. Ese trío de películas que inspiran a Spielberg antes de empezar cualquier rodaje, es comprensible. Es lo que me sucede antes de empezar a escribir una novela, trato de "empaparme" de buena literatura, luego algo me queda.
    El rodaje de Laurence de Arabia en Sevilla es una anécdota que la había leído, pero no con tanta minuciosidad como ahora. Lo de la mosca es solo una prueba de los finos detalles que hacen de una obra inmortal.
    Tengo un libro con la autobiografía del coronel Lawrence, pero es aburrídimo, a pesar de que dio lugar para la extraordinaria película.

    Un abrazo!
    Blanca

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Blanca. Esta película, pese a su larga duración, es una de mis preferidas. Un clásico entre los clásicos, Ben Hur aparte, todo hay que decirlo. Saludos.Paco.

      Eliminar
  5. Tengo aún una deuda pendiente con esta película. Y con esta magnífica entrada, me lo recuerdas. Voy a tener que lanzarme a su búsqueda prontito.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues cuado la veas ya me contarás, Margari. Y verás cómo te gusta. Saludos, Paco.

      Eliminar